miércoles, 27 de enero de 2010

Sobre el dolor y el aburrimiento


A caballo entre el dolor y el aburrimiento: así transcurre según Schopenhauer la vida de los hombres.

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Pienso en los últimos días de la vida de Stefan Zweig, despidiéndose con cariño de sus amigos antes de suicidarse junto a su esposa en un retirado lugar de Brasil. La fotografía de aquel abrazo con el más allá estremece, por lo tierno y aburdo que resulta al mismo tiempo. El escritor justificó su decisión por el miedo a que los nazis conquistaran el mundo, ¡qué estúpido y terrible error de cálculo!

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Me impresionó "La peste", de Camus. Con el título bastaba para hacerlo: la palabra en sí aterroriza, da igual en que contexto uno la ponga. Hay una lotería del mal frente a la que el individuo poco puede hacer, ni siquiera lamentarse. El mal es casi siempre humano, pero ¡ay!, cuando la naturaleza se expresa, somos tan poca cosa, parecemos tan ridículos en ese caso en el recuerdo de nuestros sueños y nuestras ambiciones nunca realizadas.

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La catedral de Siena, una maravilla a medio construir en el corazón de una ciudad detenida por la epidemia hace más de seis siglos. Me viene a la cabeza la imagen, en algún lugar de la piazza del campo, de una placa en honor a San Bernardino, que nació unas décadas después de aquel azote divino, así como el camino que llevaba a la iglesia que conserva los restos de Santa Catalina, una construcción oscura, fría y solemne. La memoria de los hombres, como la de las ciudades, se va tejiendo a capricho con el hilo invisible del azar. Qué necesario es sin embargo aprender a vivir con el propio pasado, sólo las personas forjadas en la ideología de las dictaduras pueden pretender que su vida, como la historia de la ciudad en la que viven, puede empezar de cero.

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Los trenes del terror, detenidos por el valor y la providencia hace seis décadas y media. Tal vez la historia no pueda empezar de la nada, pero al menos sí despertar de ciertas pesadillas. La Europa que conocemos nace allí, de la mirada avergonzada a unos barracones cubiertos de polvo y huesos. Si el hombre no puede cambiar el pasado, si puede evitar cometer los mismos errores durante el tiempo que perdura la memoria.

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Europa se ha construido a partir del dolor y ahora corre el riesgo de diluirse, de desnaturalizarse, ya que lo que nos une a todos los europeos, en el fondo, no es más que la lucha contra el aburrimiento. Han pasado 65 años desde que se puso freno al mal absoluto y ahora vivimos entontecidos en un mundo digital, globalizado y tan infantil como el trasfondo ideológico de la película "Avatar". Nuestro nivel de prosperidad nos indica que mucho hemos avanzado. Sin embargo, ¿podrá subsistir nuestra civilización sin libros de papel, sin amigos de carne y hueso, sin un espacio para el propio silencio?

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