sábado, 18 de diciembre de 2010

La extraña gruta


Cuando Salomé le pidió a Herodes la cabeza del Bautista como recompensa a su sensual forma de bailar, aquél debió de pensar: ¡En qué lío me he metido por culpa de esta fulana! Pero lejos de decirle que todo tiene un límite, accedió a acabar con la vida de San Juan para respetar su imprudente promesa y de esta forma satisfacer el cruel deseo de la princesa.

¡Cuidado con el deseo! - vienen a decir prácticamente todas las religiones, ya conciban el mundo como la creación de un Dios más o menos misericordioso (el cristianismo y el resto de religiones monoteistas) o busquen en la resignación y la renuncia el camino para la felicidad (religiones orientales). Aquí el caso es privar al hombre de lo que más quiere, que es precisamente satisfacer sus deseos.

A mi juicio, ninguna religión ofrece una respuesta satisfactoria a este problema. ¿Para qué quiero ser santo si me tengo que aburrir como una ostra? La solución no es negar el poder ni la necesidad del deseo, sino tratar de comprender sus mecanismos para no vivir como un esclavo y a merced de sus caprichos. Al deseo hay que educarlo e instruirlo como si fuera un niño cualquiera, ni hay que decirle que sí a todas horas para que no dé la lata ni castigarle sin medida para que aprenda modales.

Bastaría con hacer caso a las consignas de Epicuro para mejorar nuestra sociedad en este aspecto. El sabio griego propugnaba el disfrute de los placeres con inteligencia y moderación: un paseo matinal junto al mar, un poco de pan con queso para calmar el hambre, charlar con los amigos durante la comida, recordar los días de sol del verano antes de entregarse a una plácida siesta. Se trata en definitiva de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. El que se deja arrastrar por los delirios del deseo, como hizo Herodes al contemplar la danza de la sensual Salomé, se adentra en una oscura gruta de la que difícilmente podrá salir.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Una delgada línea roja


En su dimensión colectiva pero también individual, la libertad es el producto de una conquista. La libertad nunca es gratis y hay que ganarla cada día. Si dejamos de trabajar en ella, estamos condenados a perderla. Sólo podemos hallar la libertad en una especie de cuerda floja que se asoma por ambos lados al abismo. No hay libertad sin tensión, sin fatiga. Por desgracia, la libertad no se asemeja a una línea roja dibujada en mitad de un camino que podamos seguir tranquilamente con una bicicleta. La mayor parte de las veces hemos de ir a ciegas buscando nuestra libertad, nuestras libertades, ya que en el fondo éstas constituyen un algo que hemos de arrebatarnos a nosotros mismos. El mantenimiento de nuestras cotas de libertad exige energía, responsabilidad, ilusión, suerte, algo de resignación. Ahora bien: nunca la libertad es absoluta; el que se empeña en comprobar todo el esplendor de la libertad paga a la postre un precio muy alto por ello, el precio de la soledad.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Apuntes de la universidad


Rescato apuntes de la época de la universidad, esa supuesta universidad racional y científica que niega dar el uso de la palabra a los que no son como los que pintan pancartas. ¡Cuánta frustración se esconde detrás del atrevimiento y la ignorancia! Liberador e intolerante es en efecto el ateismo para los jóvenes, luego con la edad uno vuelve a la duda que arrastra al ser humano desde siempre. En fin, de mis viejos apuntes de la facultad no encontraré ningún alegato para cambiar el mundo; lo único que me interesa son los garabatos geométricos que dibujé con esmero en los márgenes de los folios. Tal vez los vaya fotografiando uno a uno para tener alguna excusa y acercarme a esta ventana del mundo virtual con recuerdos de esa primera juventud. Para eso sirve el blog en definitiva, para poner orden en las cosas de uno mismo, pensamientos, emociones, recuerdos, imágenes. Puede parecer una paradoja, pero no veo otra manera mejor de seguir el precepto de Epicuro y "vivir oculto" sin que se note mucho. Por esta vez no tengo mucho más que decir, abandona San Agustín la ciudad de Cartago, en breve se encontrará con San Ambrosio y comenzará la lectura de los libros platónicos.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Todas las batallas


Una verdad inexplicable: el mundo existe (y nosotros en él). Todo forma parte del mundo, desde el átomo teorizado por Demócrito a los quásars descubiertos por el astrónomo Maarten Schmidt en el Mount Palomar. Entre medias, orgulloso y frágil, el hombre, esa cosa animada con pulgares, nariz y un cerebro desproporcionado respecto al resto del cuerpo. El ser humano es inviable, eso parece, la cabeza es demasiado grande y en unos milenios nacer será una odisea. Aunque lo mismo nos extingamos antes como los mayas, y ello en virtud de cualquier acontecimiento ajeno a nuestra codicia, ya sea aplastados por un meteorito, infectados por un virus o bien inundados por el deshielo de los casquetes polares. Todo tiene su tiempo, lo aprendimos de pequeños observando a los gusanos de seda transformarse en mariposas en apenas unas semanas. Ser y tiempo, que decía el filósofo más controvertido del siglo XX, el siglo del mal. Al final del día, y dado que la dignidad es la cualidad del hombre de comportarse de acuerdo con su propia circunstancia, es necesario saber quienes somos (es decir, a donde hemos llegado) en cada instante. Hay un tiempo para cada cosa y una ocasión para cada posibilidad de cambio. En el otoño se libran todas las batallas, el bosque cambia de color y es momento propicio para mudar la piel, para preparar el terreno a la verdadera acción.

sábado, 20 de noviembre de 2010

El mar improbable


Todo pensamiento racional se topa, al final del camino, con la imagen del mar. Venimos del mar y hacia el mar vamos, no se puede escapar del mar, el mar aguarda aunque tratemos de evitarlo. Sólo en la metáfora reside la verdad, sólo a través de un lenguaje poético podemos comprender las contradicciones de la vida, el orden natural de las cosas. Decir que la vida carece de sentido es ignorar la grandeza de la libertad, es renunciar a vivir a través de lo que nos enseña el mar. El sol engullido por el mar cada atardecer, el rumor de las olas acallando nuestras más profundas inquietudes. El mundo carece de certezas, rige la ley de la causalidad en un escenario de complejidad infinita. El gran misterio del mundo es la conciencia, la voluntad. Sólo hubo conciencia cuando salimos del mar, cuando empezamos a vivir a la sombra de los árboles, en la orilla del mar. Tan improbable como la aparición de la autoconciencia fue la existencia del mar y de su incansable vaivén.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Recuadro medieval


En Madrid imaginé una ciudad medieval, amurallada, una ciudad alegre y tranquila, en la que las plantas se mezclan con los torreones. Son los caprichos del inconsciente, que a falta de otras conversaciones se cuelan por los tubos del rotulador. De vuelta a Luxemburgo, me asomo a los recuadros de Azorín, que tienen pinta de otoñales. Dice el autor que todos son de madrugada, me parece raro porque tienen más aspecto de matinales. No veo yo a Azorín escribiendo por la noche, tras haber salido de marcha con Baroja y Pérez de Ayala, aunque nunca se sabe. Curosidad, en los recuadros me topo un par de veces con Montaigne, viejo amigo. Me reconozco en las formas de Azorín, en su énfasis por no decir "casi" nada, siendo el casi una declaración de intenciones. Por cierto, el libro data de 1963, y no se por qué el ejemplar me recuerda a un viejo catálogo del Museo del Prado. Otra asociación de ideas: me acuerdo ipso facto de la obra de Buero Vallejo, en particular de "Historias de una escalera". Sea como fuere, del mundo que describió Azorín apenas nos queda una cierta melodía, en general todo suena en sus páginas a "cosa antigua", como lo es de por sí Europa después de las guerras mundiales. Al ritmo que vamos destruyendo nuestras particularidades culturales, Azorín y Montaigne pronto parecerán coetáneos.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Saltar en el vacío


Existen algunos autores de los que me aburre leer sus obras aunque me interese saber lo que dicen (es más, me siento identificado con ellos). Uno de ellos es Sören Kierkegaard, escritor prolífico del siglo XIX, etiquetado padre del existencialismo y hombre atormentado, a partes iguales, por la idea de Dios y por la experiencia del amor. Pensar en Kierkegaard es interrogarse sobre la figura de Regina Olsen, su desdichada prometida. Por suerte o por desgracia, según se mire, el filósofo danés abrazó en un momento dado la causa de la escritura e hizo del desamor una bandera. Esto es lo que intuyo ya que, como he dicho, me parece un escritor por lo general bastante pesado y no logro entender muy bien lo que dice.

Con todo, me cae bien Kierkegaard, entre otras cosas porque uno de sus pseudónimos es Johannes Climacus (como mi santo, así soy de influenciable). Repudia -al igual que Schopenhauer y otros cuantos-, a Hegel y su filosofía de corte académico, esa filosofía de ganadores que a mí tanto me desagrada (otro pájaro de esta especie sería Heidegger, que me está particularmente antipático con su ocurrencia del ser-ahí). De entre todas las reflexiones del filósofo danés, me gustaría rescatar una aquí y ahora: todo hombre puede atravesar a lo largo de su vida por tres estadios diferentes (cada uno superior al anterior): un estadio estético, en el que el goce sensual prevalece sobre todo lo demás (típico de la adolescencia), el estadio ético, en el que el hombre basa su comportamiento en unos códigos morales con vocación de universalidad (propio de kantianos y afines), y por último un estadio religioso, en el que el hombre vive y siente de acuerdo con su particular relación con la divinidad (místicos auténticos).

Lo que me interesa de esta idea es la asunción de que para pasar de un estadio a otro y "perfeccionarse", no es posible realizarlo poco a poco, paso a paso: por el contrario, es menester efectuar un salto en el vacío, es decir, que hay que asomarse al abismo y lanzarse a través de él, en pos de lo desconocido, con el riesgo de romperse algún o todos los huesos en el intento, según la profundidad del abismo. Esta defensa del salto en el vacío para pasar de un estadio a otro, si he entendido bien, se contrapone al método dialéctico (tesis, antítesis, síntesis) que caracteriza la filosofía de Hegel o Marx, por citar dos ejemplos.

¿Qué significa este salto en el vacío? Significa que, en determinados momentos de la vida, hay que actuar aparentemente "a lo loco" para pasar de una situación a otra, para conseguir nuestro objetivo de ser diferentes, de mejorar. Por esta razón, sin la posibilidad del fracaso, de dejarnos la piel o los huesos en el intento, el verdadero cambio no es posible. Aunque tengo la impresión de que Kierkegaard nunca fue del todo feliz, sí creo que logró comprender la veracidad de esta teoría. Murió joven y solo, pero nos dejó un legado impresionante que haríamos mal en ignorar.

martes, 19 de octubre de 2010

La vidriera (mística)


Tres elementos para comprender una imagen de singular belleza: la luz procedente del sol, la vidriera de una iglesia medieval, y los reflejos de colores que se observan por el paso de la luz a través del cristal. Estoy en una fase mística, no tengo remedio.

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En el fondo, no hay una gran diferencia entre el ateo, el creyente y el agnóstico cuando los tres se dedican a pensar en Dios (o en la idea de Dios). Aunque en apariencia el resultado de sus cavilaciones puede parecer contrapuesto, el hecho que les une es más relevante que sus divergencias: los tres se plantean en definitiva la naturaleza de un ser absoluto que influye, de algún modo, en la vida de los hombres.

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Al hilo de esta reflexión, me acuerdo en estos momentos de San Agustín, de Spinoza y de Schopenhauer. Cada cual de su padre y de su madre, valga la expresión. Tres maneras de comprender el mundo diferentes, de entender la divinidad. Cada uno en su tiempo, en su "circunstancia". Los tres son la esencia de Europa, buscan la verdad a través del legado de los griegos. Tras el encuentro con la genuina soledad, nos hablaron del amor, de la libertad y de la voluntad.

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¿De qué estoy hablando? No estoy muy seguro, vaya por delante. Mi propuesta es ésta, aunque presiento que la imagen dará para mucho más. La luz es la razón, la inteligencia, la intuición, eso que los creyentes llaman la "gracia". La vidriera es lo que somos, nuestro tiempo, un precipitado de conciencia, voluntad y subjetividad. Por fin, los reflejos de colores son nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestras obras.

A todo esto se me ocurre que la belleza no es (no puede ser) producto del azar.

domingo, 17 de octubre de 2010

Contemplando el mar


Para contemplar el mar, basta cerrar los ojos. Mal asunto si a estas alturas el hombre no ha comprendido que su vida está hecha en su mayor parte de ficción y buenos deseos. El único problema real a menudo es evitar que las avispas se coman el filete con patatas de la comida. Los otros problemas, los insignificantes, los puede resolver el dinero. Si el Estado pudiera garantizar la justicia en las relaciones sociales, entonces haría bien el hombre en preocuparse de las cosas insignificantes. El tiempo es demasiado preciado como para perderlo en esas cosas. Pero claro, hay que ganarse la vida, hacer lo necesario para acumular el vil metal. A ello me consagraré en los próximos tiempos, ya que no tengo ganas de entrar en el lodazal en el que algunos viven por costumbre. Si me equivoco otra vez, supongo que pagaré por ello. Mi gran consuelo es saber que el dinero hace muy pobre a determinada gente.

jueves, 30 de septiembre de 2010

El tiempo amarillo


Aguarda Azorín a la vuelta de la esquina, metafóricamente hablando. Intuyo que haré buenas migas con este literato y pequeño filósofo de la generación del 98, esa generación de escritores nacida antes del azar de la historia que de la relación personal de sus integrantes. El mismo Baroja, gran amigo de Azorín, negaba la existencia de dicha generación. Vivieron una época interesante, antes de que las guerras mundiales acabaran con la hegemonía de Europa en el globo. Una época sin televisión y sin coches, pero con las mismas preocupaciones vitales de siempre.

Quisiera aprovechar el otoño para leer las obras más conocidas de Azorín. Este verano leí una novela suya, titulada "El escritor", que narra la relación existente entre un escritor consagrado y uno que está comenzando a disfrutar del éxito. No desvelo gran cosa si digo que lo que al comienzo de la novela es una relación de desconfianza, de celos y envidias, al final se transforma en una de respeto y admiración, de cálida amistad. Tampoco recuerdo de este libro mucho más, salvo que acabó un poco a la manera barojiana, por cansancio o desmotivación del propio novelista.

Es difícil separar el recuerdo de Baroja del de Azorín, del mismo modo que es casi imposible que la mención de Nietzsche no nos haga recordar su intensa y breve amistad con Richard Wagner. Ahora bien, si se trata de evocar amistades profundas y emotivas, hay que volver a Montaigne una vez más. Basta leer los bellos pasajes que le dedica el noble francés a su entrañable amigo De la Boétie en el capítulo XXVII de sus ensayos para comprender lo que digo. Literatura, amistad y Europa, tres ejes sobre los que parecen asentarse algunas de las reflexiones de este blog. Un cuarto eje sería el tiempo, la explanada de Chinchero -en el lejano Perú de incas y conquistadores- como metáfora de un territorio al que sólo se puede volver con la imaginación.

martes, 21 de septiembre de 2010

El templo de los castores


De aquel templo erigido hace 2500 años en honor a los gemelos mitológicos sobreviven tres columnas. El visitante que pasea por el foro romano se da cuenta de la belleza de las ruinas y saca unas cuantas fotografías. Es placentero caminar entre esas piedras erosionadas por el tiempo y no sentir el agobio de la multitud. Del corazón de una civilización queda una vía lo suficientemente grande como para permitir caminar al turista con más tranquilidad que fuera de las ruinas. A pocos metros de ahí, se abre una inmensa explanada sin apenas restos arqueológicos: es el circo máximo, lugar donde tenían lugar las famosas carreras de cuádrigas y que hoy sirve de punto de entrenamiento de corredores de fondo de toda la ciudad. En ausencia de vestigios palpables de la época antigua, pocos turistas se acercan por allí, pese a tratarse de uno de los enclaves más evocadores de Roma. Pero claro, en la antigua capital del mundo hay tantas cosas visibles que no hace falta imaginación para ocupar el itinerario de los visitantes. Lo que daría yo en cambio por poder correr todas las tardes, al salir del trabajo, por la pista de arena que en mi imaginación representa la victoria de Ben-Hur sobre Messala. Esta es la realidad: la ficción que construimos cada día a través de los lugares que recorremos y las personas con las que nos relacionamos. Sin literatura, sin filosofía, sin eso que llaman "poesía", corremos el riesgo de quedar atrapados en los circuitos colectivos que imaginaron otros. La actualidad objetiva nos obliga a vivir perennemente de frente al coliseo, con el arco de constantino a la derecha y un puesto de comida rápida a la izquierda. Por desgracia, la belleza y el ruido son incompatibles.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Tiempo y vacío


Todos nos preguntamos de vez en cuando acerca de la existencia de Dios. Este esfuerzo aparentemente inútil no suele ser por lo general estéril, ya que nos permite hacernos cuestiones cruciales para nuestra humilde felicidad, del tipo ¿quién soy? ¿qué hago aquí? ¿qué es lo que quiero ser? El debate acerca de la naturaleza de Dios es, en el fondo, un debate acerca de la naturaleza del hombre. Si uno quiere saber si existe Dios, y en caso afirmativo, de qué se trata el asunto, que se mire al interior, que explore su corazón en tinieblas. Buscar a Dios en los quasars, en la materia oscura, en las leyes gravitatorias, es sin duda una actividad fascinante, pero está reservado a unos pocos científicos, que encima no se ponen de acuerdo entre sí. A mí, particularmente, la idea de Dios no me molesta, pero la considero incompatible con mi propia razón. ¿Cómo un ser finito, un ser hecho de tiempo, agua y huesos, puede comprender la mano que está detrás de la maravillosa obra del universo? Creer en Dios me parece tan tranquilizador como no tener creencia alguna. Detrás de la duda siempre habita la angustia, la percepción de la nada, la certeza de saber que vivimos caminando sobre un alambre sujeto en el vacío.

martes, 24 de agosto de 2010

La casa torcida


El estilo es un "burladero de charlatanes", dice Pérez-Reverte. Para él lo más importante de un novelista es su capacidad para contar una buena historia. "El pintor de batallas" lo es, y me alegra haberme topado con este libro en mitad del verano, ya que expone con nitidez algunas de las ideas que rondaban por mi cabeza desde hace tiempo. La más importante: el creador es un solitario que paga un precio muy alto por cultivar su vanidad. Sin vanidad no hay pintura, no hay escritura, no hay fotografía que merezca la pena ser dada a conocer. Otra idea que extraigo de la lectura de su libro: la vanidad siempre supera a la bondad, si es que la bondad realmente existe en el alma del creador. En este caso, me estoy refiriendo a determinado tipo de personas, cuyo objetivo, más allá de la ética, es adentrarse en las fronteras de la condición humana, caso de un fotógrafo de guerra. No aburriré más con esto, tiempo habrá para hablar del estilo, que es lo que verdaderamente me interesa en estos momentos (como buen charlatán que soy). Tal vez, en vez de leer a gruñones tipo Pérez-Reverte o Schopenhauer, debería prestar más atención a autores como Conan Doyle y Agatha Christie, que nos hacen la vida más agradable con sus interesantes y entretenidas historias de crimen y misterio. De la dulce lectura de una de ellas, titulada "La casa torcida", nació un dibujo a rotulador que sirve para dar comienzo a una nueva temporada del blog, y que espero que os guste. En las próximas semanas, iré mostrando las pinturas de la nueva temporada acompañadas de las reflexiones personales que salgan al paso (ética del deporte, el ser y la nada, el otoño en centro-europa, anecdotario de Montaigne, etc.). Gracias por estar ahí.

miércoles, 21 de julio de 2010

Y España ganó el Mundial...


Tres fueron en particular los protagonistas inesperados del Mundial: las vuvuzelas, unas trompetas de sonido irritante utilizadas con el fin de acallar las voces del público en los estadios; el balón Jabulani, un producto de alta tecnología que aniquila gran parte de la belleza del fútbol, y el pulpo Paul, un cefalópodo residente en un acuario alemán cuyas preferencias alimenticias han adelantado los resultados de la Mannschaft así como de la final que dio victoriosa a la selección de España.

La otra gran novedad del Mundial fue precisamente esa: ganó España, ¡qué locura!. Era favorita, jugaba al fútbol mejor que nadie, y por ello la mayor parte de los equipos se ensañaron con ella a base de patadas y malos modos. Sólo un golpe de suerte a última hora nos dio la victoria. Fue una especie de justicia poética que Iniesta consiguiera marcar el gol a pase de Cesc cuando faltaban apenas unos minutos para el final de la prórroga. Aun así, la final será recordada por el árbitro inglés, una especie de matón de discoteca demagogo y cobarde.

Desde pequeño había soñado con una victoria de España en un Mundial de fútbol. Lloré cuando nos eliminó Bélgica en México tras el fallo de Eloy, me enfadé cuando nos echó Yugoslavia en Italia con gol de falta, sentí impotencia cuando los italianos nos eliminaron del Mundial de EEUU con gol a última hora y penalty no señalado a Luis Enrique, me dejó sin palabras nos pasar de primera ronda en el Mundial de Francia, me cabrée como Helguera y Camacho cuando un árbitro nos birló el paso a semifinales contra Corea del Sur, equipo anfitrión de un mundial bastante amañado, y ya, por fin, sentí una lógica indiferencia cuando los franceses nos apearon del mundial de Alemania en un partido de octavos sin héroes ni culpables.

Y ahora que somos campeones, ¿qué sueños (deportivos) quedan de la infancia? Tras los éxitos nacionales, no estaría mal que el Real Madrid volviera a conseguir la Copa del Rey. Por culpa de este trofeo Pellegrini comenzó a provocar su salida, y no sería raro que consagrara a Mourinho, que si es inteligente no dejara pasar la oportunidad de ganar este título. Si ganamos, me compro un acuario, homenaje al pulpo Paul.

domingo, 11 de julio de 2010

Noche de augurios


Cae una tremenda tormenta sobre Luxemburgo. Por la violencia con la que se expresa la naturaleza, parece que estamos en el trópico. El ruido de la lluvia me desvela en mitad de la noche, tal vez estaba soñando con el pulpo Paul, tal vez participaba sin saberlo en una batalla contra los lacedemonios. El agua que va cayendo sin medida servirá para refrescar esta noche irreal, preludio de la mayor de las alegrías o de una decepción mayúscula. En cualquier caso, esta noche, como todas las demás, parece fuera de la realidad, situada en un territorio hecho a la medida del inconsciente. En este ámbito el hombre racional se da cuenta de sus limitaciones, constata que vive a merced de fuerzas que son ajenas a su propio ser, tan perfectas como las leyes que rigen el movimiento de los planetas; todo ello presidido por la mecánica de la repetición, sin cuya existencia la vida sería una locura sin fin. No sé si esta reflexión en concreto es muy disparatada, sólo confío en que a fuerza de indagar en la naturaleza de las cosas un día encontraré el sentido a este deambular por las palabras y las formas. En mitad de la noche, como remedio para volver a conciliar el sueño, Montaigne me hace sonreir con su catarata de frases tomadas al vuelo, enseñanzas de una época antigua y cercana al mismo tiempo. Ya dejó de llover, el silencio envuelve de nuevo la madrugada con su singular manto de buenos augurios.

jueves, 1 de julio de 2010

Tiempos modernos


Viendo las antiguas películas de Charlot, se diría que la felicidad es una especie de venganza. Venganza en este caso irónica y tierna contra la maldad, contra la mala suerte, contra las inclemencias del tiempo, contra las leyes injustas, contra la autoridad despótica, contra las máquinas que hay en la fábrica. El caso es permanecer de pie durante la tormenta, valga la metáfora. Y después de la misma, sonreir, mirar hacia adelante y prepararse para la llegada del siguiente golpe de infortunio. Para el vagabundo, la vida es un cúmulo de fatalidades que hay que superar porque no hay más remedio. No se trata de cambiar las cosas, de transformar la sociedad si es posible, se trata simplemente de sobrevivir, de no perecer por el hambre o por el frío. En una escena de "Tiempos modernos", se ve a Charlot leyendo tranquilamente el períodico en una celda de la cárcel. Cuando el director de la prisión le comunica al vagabundo que ya puede salir, éste mira al director desconcertado: "¿y no puedo quedarme un poco más? Me encuentro muy bien aquí". Que cada cual extraiga sus propias enseñanzas. De verdad, ¡qué complicada es la vida ahí afuera!

lunes, 21 de junio de 2010

El don de la escritura


¿Qué talento oculto esconde Stefan Zweig, que la lectura de sus obras engancha desde las primeras líneas? Para un lector tan perezoso como yo, encontrar autores como éste es una auténtica fortuna. Este hombre tenía un don, de eso no hay duda. Me alegra además haber descubierto a este autor un poco por casualidad, por ello no tengo prejuicios derivados de la opinión de terceras personas. Si en el colegio me hubieran hablado de las bondades de este escritor, obligándome a memorizar su biografía y realizar comentarios de texto a pasajes de su obra, es muy posible que no pudiera referirme a la misma con el entusiasmo que lo hago. Sería como mencionar Cervantes a los pobres estudiantes españoles que en vez de leer "El Quijote" por puro placer, se ven obligados a hacerlo por obligación, con la necesidad de comprender el sentido del libro antes que disfrutar del mismo, que es para lo que lo escribió el héroe de Lepanto. Aunque parezca mentira, ninguno de mis profesores mencionó nunca -que yo recuerde- la existencia Stefan Zweig. Sin duda esta laguna se ha demostrado muy fructífera para desarrollar mi admiración por el escritor, ya que entre otras cosas la lectura de sus libros no me trae a la memoria la época de los exámenes del instituto o de la selectividad. Al hilo de esto, entiendo muy bien que la gente de mi generación recele de cualquier referencia a los filósofos clásicos, desde Platón hasta Kant pasando por Descartes. Detrás de cada uno de estos nombres hay una desconfianza natural, un rechazo automático y en algunas ocasiones una profunda e irremediable inquina.

sábado, 19 de junio de 2010

Apatía geométrica


Siendo este blog un invento que nació sin ningún fin determinado, poco importa lo que pueda decir en él. Me parece relevante no perder de vista esta idea: nada puede haber detrás de mostrar unos dibujos y fotografías que almaceno en el disco duro del ordenador. A partir de ahí, es cierto que me complace abandonarme sin mucho pudor a la divagación sobre las cosas que me preocupan y que no son susceptibles de generar (mucha) polémica. En cualquier caso, no creo ser del todo libre para escribir, si lo fuera seguramente me lo tomaría más en serio. Me parece evidente que callar es casi siempre más inteligente que hablar, y tal vez el propósito del blog sea precisamente ese: decir durante un tiempo tantas cosas sin orden ni sentido que lo más prudente a partir de un determinado momento sea guardar silencio. No me cansaré, eso sí, de hacer dibujos geométricos ni siquiera en días como hoy, en los que una desconcertante apatía ha venido a visitarme.

domingo, 6 de junio de 2010

Tierras de conquista


Nadal reconquista la tierra de París, dicen los periódicos. Son cinco los Roland Garros en su poder como cinco fueron los Tours que venció Induraín, ese hombre tranquilo que nos alegró tantos veranos. La presencia de Nadal en los medios se alarga a la casi totalidad del año, ya que además de jugar al tenis participa en anuncios, videos musicales, campañas de promoción turística: uno llega al aeropuerto de Ibiza y allí se topa con la imagen del manacorí, sonriente y bronceado, dando la bienvenida a los viajeros en varios idiomas.

Rafa Nadal parece feliz porque hace lo que le gusta, pero da la impresión de que sería bueno en todo lo que se propusiera. Hace casi un siglo, Baroja proconizaba un remedio contra el mal de vivir: la acción. Y apuntaba el escritor, anticipándose a la recuperación espectacular del tenista tras su lesión: la acción por la ambición y el placer me parece poca cosa. A mí me gustaría la acción, la gimnasia del espíritu, la superación de mí mismo, pero no por el placer, sino por un sentimiento de orgullo.

Seguramente una persona como Nadal, dedicada al cien por cien a la misma actividad, no necesita reflexionar mucho a la hora de encauzar sus acciones, y por ello no cabe pensar que actúe por tal o cual razón. Él entrena duro para mejorar, cuando está fatigado descansa, y en las horas libres juega a la PlayStation. El sentido común, la humildad y el espíritu de superación estaban ahí desde niño, hay cosas que o se tienen dentro o no hay nada que hacer para inculcarlas.

Nadal es un ejemplo de todas las virtudes que deben acompañar a un deportista. Él y su fe en sí mismo han sido capaces de reconquistar el trofeo más importante sobre tierra batida, tras una temporada cargada de lesiones y contratiempos. Esperemos que el triunfo de Nadal sea una buen presagio para el plato fuerte que nos aguarda a la vuelta de la esquina. Si Rafa ha sabido conquistar la tierra de París, hay que pensar en que la selección de fútbol, con todo el apoyo de España detrás, puede conquistar las tierras de Sudáfrica. Soñar no cuesta nada, ha llegado la hora de la verdad. ¡Vamos!

martes, 1 de junio de 2010

Caminos y alegorías


Leo Siddhartha con gran interés, desde el comienzo me cautiva el estilo sencillo y claro, cargado de lirismo, de Herman Hesse. Me acompaña este libro en un viaje especial, un pequeño desafío para mi espíritu reflexivo y poco viajero. Nunca he comprendido ese afán por andar de aquí para allá sin parar, tampoco me aferro al hogar a la manera de Kant en su Prusia natal pero es cierto que tengo tendencia a buscar acomodo en la rueda de la rutina.

En la televisión del hotel ponen "Wall Street", un clásico de los 80 con un Michael Douglas estelar, haciendo de tiburón de las finanzas, elegante y sin escrúpulos. Ya está comenzada, no me apetece mucho ver la tele pero enseguida me atrapa la historia de la relación entre el magnate y su delfín. Dejo Siddhartha en la mesilla de noche y abro una bolsa de patatas fritas y una coca-cola para disfrutar mejor de la película.

No es el fin de este blog hilar las propias experiencias para darles un sentido lógico, ni contar historias con principio, nudo y desenlace. Pero es cierto que en determinados momentos de la vida -un viaje, sobre todo- tendemos a buscarle explicación a casi todo, como si el azar se encargara de dar sentido a las cosas que hacemos al tun tun.

Siddhartha busca la sabiduría a través de la meditación, el ayuno y la paciencia, el personaje de Michael Douglas busca el dinero y la buena vida a través de operaciones en bolsa. Lo importante es encontrar algo que hacer en la vida que nos permita canalizar las energías sin desperdiciar el tiempo en vano, y este algo ya puede ser el intento de alcanzar el nirvana o de comprar un avión privado. Ninguna opción es mejor que otra, basta tener estilo y ser coherente con uno mismo para que los demás sepan a que atenerse. ¡Caminante, sí hay camino, el tiempo corre!

sábado, 15 de mayo de 2010

Tres estrellas


Tres estrellas, dos islas, un amanecer. La búsqueda de un estilo, de un camino por el que transitar. Siempre hay una primera vez para todo, hay que afrontar los retos con naturalidad. Me gusta recordar las enseñanzas de "El patito feo", ese cuento universal. Es un cuento que habla de la mirada de los otros, de la importancia de no sucumbir ante la superficialidad ajena, esto es, la maldad. En cierta manera, me parece que todo sufrimiento que se haga para encontrar la senda adecuada vale la pena; ese sendero puede estar tan cerca de nosotros que somos incapaces de encontrarlo sin ayuda. De repente, por pura intuición, alguien desconocido se da cuenta de que estamos en el lugar equivocado y nos advierte de ello con contundencia: "¡Eh, sal de ahí!". Tal vez no haya mejor forma de salir del laberinto, es decir, de la mano de alguien que no es amigo ni enemigo sino que pasaba por allí. Luego al final, tras encontrar esa salida, esa puerta del atolladero, nos percatamos fríamente de no haber sido culpables de casi nada. Para la próxima vez, esta enseñanza: aunque la culpa es civilizadora, rara vez nos muestra el camino adecuado.

domingo, 9 de mayo de 2010

La fuerza de la costumbre


Platón reprendió a un niño que jugaba a las nueces. Éste le respondió: "Me riñes por poca cosa". "La costumbre", replicó Platón, "no es poca cosa". Con esta anécdota, recogida por Diógenes Laercio, el gran Montaigne se sirve para iluminarnos acerca de la fuerza de la costumbre. No entiendo muy bien qué hay de malo en jugar a las nueces, y supongo que el niño en cuestión seguiría con su lúdica actividad a pesar del consejo del sabio ateniense, pero baste esta enseñanza para presentar al ciberespacio una pintura más en un día idóneo para ello: un domingo sin fútbol.

En efecto, si miro para atrás me doy cuenta de que en domingo suelo publicar un post en este blog. Y si se trata de un domingo sin fútbol, entonces la cosa tiene fácil explicación. No hace falta en verdad leer a ningún clásico del pensamiento para entender este hecho, lo cierto es que el domingo por la tarde suele ser bastante tranquilo y raro es que tenga algo tan urgente que hacer que me impida asomarme a esta ventana de imágenes e ideas, de colorines y ocurrencias.

En esta ocasión, he colgado uno de los primeros cuadros que pinté con óleo, tras cambiar el formato -según mi capricho- con el fin de adaptarlo al blog. El óleo es una técnica que requiere, como tocar el piano o preparar unas oposiciones de notario, de un aprendizaje especial, aquí el autodidacta corre el riesgo de agotar sus energías sin conseguir lo que verdaderamente desea. En mi caso es una evidencia que ningún cuadro me ha salido como yo esperaba, de todas formas no reniego de esta técnica ya que ayuda, más que ninguna, a liberar la mente permitiendonos así salir del universo de las palabras que tanto puede enredarnos.

La fuerza de la costumbre me ha conducido a escribir estas líneas como antes me llevó, casi sin quererlo, al bosque de cerca de mi casa para hacer algo de "jogging". Es éste -por si no lo he dicho antes- un mágico lugar en el que durante todas las estaciones del año me dejo encantar por los colores y sonidos de la naturaleza. En justicia hay que reconocer que Luxemburgo es un lugar donde la tranquilidad es un bien al alcance de todos. A lo bueno se acostumbra uno muy pronto.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Cuadernos de viaje: la isla de los lagartos


Recuerdo con especial cariño el día que descubrí Dragonera, un islote pegado a Mallorca en el que habitan en libertad cientos de aves y reptiles. Había llegado hasta la localidad más cercana, el puerto de San Telmo, animado por el deseo de conocer unas ruinas cistercienses que se encontraban a pocos kilómetros de allí, y a las que accedí efectivamente tras recorrer entre sudores un escarpado camino de tierra.

Las ruinas no me parecieron gran cosa, pero la excursión me permitió llegar hasta una loma desde la que se observaba aquella preciosa isla de apariencia salvaje y tranquila. En el descenso hacia el puerto me crucé con unos turistas a los que saludé espontáneamente con un "bonjour", cosas del exilio supongo. Ya en San Telmo, tomé un barco con un buen grupo de turistas y al llegar a la isla nos dejaron una hora para dar una vuelta y hacer fotos. ¡Con gran alegría me hubiera quedado allí a pasar todo el día en compañía de lagartijas y otros simpáticos reptiles!

En fin, mi presencia en la isla no pasó de ser una anécdota para sus moradores; para mí no lo fue, y tal vez por ello los recuerdos de aquella excursión perduran intactos desde entonces, a la espera de que un día vuelva para saludar a mis amigos de sangre fría. Hasta ese momento, me consuelo con mirar de vez en cuando la acuarela que pinté pocas horas después, en la soledad de un hotel de Mallorca. Siempre es grato recordar el verano, sobre todo ahora que se va acercando: es un tiempo de lecturas, acuarelas y animales silvestres.

lunes, 3 de mayo de 2010

La luz de la vela


La luz de la vela ilumina la página del libro, su llama calienta nuestra mano, la cera se va consumiendo lentamente lo que nos permite observar de forma sutil el paso del tiempo. La tentación del fuego está ahí, transformar esa minúscula llama en una hoguera que haga temblar el bosque, palidecer la montaña.

La belleza de la libertad es, precisamente, la posibilidad de elegir entre la quieta luz de la vela o la llama incontrolada de la hoguera. Ninguna elección es de por si mejor que otra, de alguna manera hemos de aceptar que el que eligió quedarse a pasar la noche junto al fuego no fue del todo libre para hacerlo; quedó atrapado por una fuerza superior a su propia razón.

Cuando todo ha ocurrido, y la hoguera ha devorado al hombre que quiso conocer su magia, todo han de ser lamentos, un grito en mitad de la nada. Pero volverá a ocurrir: el héroe será una vez más víctima de ese fuego que le hizo crecer, que le dio la gloria. Ello nos obligará a reflexionar otra vez acerca del valor de la propia vida, sobre el sentido y límites de la libertad y sobre la imposibilidad de volver atrás sobre nuestros propios pasos.

domingo, 2 de mayo de 2010

Revuelta en rojo


Veo las imágenes de Bangkok en estos tiempos de revueltas callejeras. Los insurgentes han creado con la aquiescencia de las autoridades una mini-ciudad dentro de la metrópoli en la que hacen mítines, dan comida, venden camisetas. Al final del día todos los participantes en esta revolución sui generis reciben un masaje tradicional. No parece una revuelta a la manera occidental, allí todo lo llevan con bastante calma, el budismo ha enraizado en esta gente un espíritu pacífico que se palpa en el ambiente. Pero día a día los muertos aumentan tras las peleas con las fuerzas de orden público, y la tensión ha de hacerse insostenible para el gobierno porque -entre otras cosas- sin el turismo desaparece la principal fuente de riqueza del país. Puede llegar un día en que todo explote. No es el rojo un buen color para promover una revolución que pretende imponerse al margen de la violencia.

miércoles, 28 de abril de 2010

La vanidad del ojo


Desde que algunos filósofos griegos comenzaron a negar la realidad de los sentidos, el pensamiento humano ha mirado con escepticismo la gran creación del universo, comenzando por la realidad del propio sujeto. Ese haz de máscaras que es el yo no sabe quién es, de dónde viene, para qué ha sido arrojado a este mundo. Si se dejara engatusar por los sentidos, podría tener una plácida vida, ya que los sentidos están al servicio de la felicidad del hombre. Sin embargo, tras la creación del lenguaje, el hombre se pregunta: ¿y qué hay más allá de lo que veo, escucho, toco, degusto y huelo?

Plantearse esa pregunta es el inicio del descubrimiento de la voluntad, que es aquella suerte de inteligencia ligada a nuestro cerebro que intuimos se encuentra en algún lugar detrás de los ojos, la cara, o las manos, en función del momento. La voluntad es ciega, muda y sorda pero nos guía durante toda nuestra vida por extraños caminos. Tal vez por ello el oráculo de Delfos decía "conócete a tí mismo" y no "conoce el mundo que te rodea". El mundo no deja de ser, para el individuo, lo que en un momento dado cree mirar el ojo o cree percibir la mano por persuasión o mandato de la voluntad. Detrás de ese ojo y esa mano se halla un deseo irracional que vinculamos a unos códigos morales denominados conciencia y que unidos a esa cosa caprichosa llamada memoria hace de la vida de los hombres un auténtico carrusel de emociones y dudas. Todo es en fin un disparate.

domingo, 25 de abril de 2010

Cenizas y dinosaurios


Mi pasión por lo "en aparencia inútil" no viene de ahora, ya de pequeño me gustaba reflexionar sobre cuestiones meramente teóricas, como la idea del infinito y la imposibilidad de comprender el tiempo del universo. En el colegio nos enseñaron una vez que, en relación con la vida del planeta, la aparición de los seres humanos se había producido solamente en el último minuto de un hipotético año que comprendiera todos los sucesos acaecidos en la Tierra, comenzando por la creación de los océanos y el surgimiento de los primeros seres unicelulares.

Recuerdo haberme planteado en aquellos momentos: si eso es cierto, ¿cuáles son las probabilidades de que me esté tocando a mí existir en el momento actual? ¡Qué casualidad que, después de millones de años, justo sea hoy el día de hoy y yo lo esté viviendo! A nadie le importaban mis reflexiones y enseguida el fútbol pasó a constituir una de mis mayores preocupaciones vitales, lo cual no ha cambiado desde entonces. Gran regalo de la providencia haber nacido en este continente y en este periodo histórico en el que el fútbol es tan importante para acompañar fielmente al sujeto social en las distintas etapas de la vida.

Pasión por lo inútil y tendencia a la dispersión, he aquí dos rasgos de mi personalidad. Es lo que tiene el balompié, que se cuela como un polizón en toda clase de pensamientos. A lo que iba: a partir de la idea del tiempo y la evolución de las especies en el planeta me vino a la cabeza, al hilo de la erupción del volcán de Islandia cuyas cenizas han paralizado el espacio aéreo europeo durante días, una de las teorías acerca de la desaparición de los dinosaurios, que liga este acontecimiento extraordinario a la caída de un meteorito en el territorio de México; es decir, se trataría de un hecho accidental y remoto con consecuencias gigantescas en todo el planeta.

Supongo que los paralelismos están lo suficientemente justificados como para que necesite extenderme más aquí. En todo caso, la veracidad de esta teoría vendría a enlazar con mis reflexiones previas acerca del azar. Por decirlo de alguna manera, el paso del tiempo unido al azar abocan sin remedio a crear cambios mayúsculos, cataclismos de imposible previsión. ¿Se puede provocar al azar para que nos sea propicio? La respuesta vendrá en una próxima entrega, caso de que, efectivamente, encuentre una respuesta a semejante pregunta.

miércoles, 21 de abril de 2010

Atrapado en Neptuno


Un post experimental, para pasar el rato. Interesante juego el de escribir por escribir, ese escribir como verbo intransitivo que decía Umbral. En el ámbito del arte abstracto, pintar también suele ser una acción sin complemento directo, un pintar por pintar a ver qué pasa, de que modo los colores se mezclan caprichosamente hasta que exista la apariencia de algo curioso, bello o particular. Los escritores se jactan de tener un oficio, y se pasan la mañana escribiendo sin parar en busca de una inspiración que suele llegar cinco minutos antes de ir a comer. Los pintores no comen, que se sepa, a la hora de la comida, sencillamente aprovechan un rato libre a lo largo del día para meterse a la boca lo primero que pillan, como si alimentarse no fuera sino una penosa obligación del organismo. Por mí parte, como a dios gracias no he llegado a tener ninguna etiqueta que acompañar mi nombre, experimento por experimentar, sin oficio alguno, dueño de una pasión intermitente, y escribo más por combatir el aburrimiento que por cualquier otra razón. Lejanos quedan los planetas del sistema solar, aunque si cierro los ojos puedo aventurar pasar de uno a otro sin esfuerzo. Extraños monstruos que nacen de los límites de la conciencia, en esa línea invisible que separa la vigilia del sueño.

domingo, 18 de abril de 2010

El universo infinito


Pensaba escribir acerca del universo, pero no sé muy bien qué decir. A Giordano Bruno le quemaron por afirmar, sin telescopio que avalara sus teorías, que el universo estaba compuesto por infinitos mundos, por millones de planetas como el nuestro. ¡Qué susceptible era la Iglesia hace 400 años! Basta mirar el cielo estrellado para darse cuenta de lo insignificantes que somos; sin embargo, hasta hace bien poco nuestra civilización se negaba a admitir tal evidencia. A mi juicio, sin una respuesta científica acerca del origen del universo, la cuestión acerca de la existencia y naturaleza de Dios queda prácticamente aparcada y no tiene mucho sentido preocuparse por el tema. Que haya una inteligencia superior o deje de haberla no cambia la vida de los hombres, cuyo ciclo vital está determinado por sus genes en la medida en que las condiciones ambientales no se pongan de por medio. Un ser que no conoce el tiempo no ha de conocer ni el dolor ni la libertad, que son los parámetros que orientan el desarrollo de la voluntad. Aunque si preguntamos a un niño que juega en la playa tal vez pueda decirnos lo contrario.

sábado, 10 de abril de 2010

Figuras fugitivas


El prólogo de los famosos ensayos de Montaigne comienza así: lector, éste es un libro de buena fe. Te advierte desde el inicio que el único fin que me he propuesto con él es doméstico y privado. No he tenido consideración alguna ni por tu servicio ni por mi gloria. Mis fuerzas no alcanzan para semejante propósito.

Como decía Quevedo, con el señor de la Montaña uno lee aun sin quererlo a Séneca y a Plutarco, lo cual viene bien para huir durante unos momentos de la cruda realidad de la que somos espectadores sin remedio. Resulta imposible no entristecerse ante el catálogo de horrores que muestra la actualidad, y acaso leyendo a estos hombres de todas las épocas uno pueda encontrar algo de alivio para todo el dolor que se cuela por las rendijas del presente.

Otra terapia contra las aflicciones que nacen de leer los periódicos es ir al cine, armado de palomitas, y dejarse encantar por el mundo rectangular que se proyecta ante nuestros ojos. Aunque eso no conlleve necesariamente desear vivir en un tiempo diferente al actual; entre la estética y violenta visión del pasado de "Ágora" (¿podría suscribir Amenábar las palabras de Montaigne acerca de la buena fe y los fines privados de sus obras?) y la infantil y ridícula visión del futuro representada en "Avatar" (Bailando con lobos más allá del sistema solar), casi me quedo con la mirada cínica y certera del presente que se transluce en "The ghost writer" ("El escritor"), una genial película de Polanski en la que, por una vez, se trata al espectador como si tuviera uso de razón.

Polanski, como Montaigne, pasará a la posteridad por su condición de fugitivo, ya que si aquél huyó de la justicia, de forma ilegal, éste lo hizo de la peste, de manera un tanto indecorosa. En realidad todos huimos de algo, de alguien o de nosotros mismos a la vez: tal vez lo único decente es asumirlo y no engañarse por ello. Dicho lo cual, ¿tendrá mucho que ver la geometría con todo esto?

martes, 30 de marzo de 2010

Cigüeñas y conjeturas


El maestro de la felicidad, Epicuro, recomienda a los hombres que pasen desapercibidos, que vivan ocultos. No vive oculto, por ejemplo, el matemático ruso que ha resuelto la conjetura de Poincaré, por mucho que trate de evitar los focos de la prensa recluyéndose en un pequeño apartamento de San Petersburgo. A veces el que intenta ocultarse es precisamente el que reclama más atención de los curiosos: si el matemático hubiera ido a recoger los premios que le han concedido seguramente no sería tan popular como lo es ahora, rodeado por ese aurea de genio eremita al que el dinero y la fama le traen sin cuidado.

¿Qué significa por tanto ese vivir oculto que preconizaba el sabio de la antigüedad? Supongo que implica que, para mantener nuestra libertad e independencia, es fundamental que nos integremos en el paisaje de lo corriente, que no demos la nota ni para lo bueno ni para lo malo. Así, incumple de igual modo el consejo de Epicuro una mujer como París Hilton cuando monta algún numerito en algún local de Los Ángeles como nuestro científico ruso cuando decide quedarse en casa en vez de acudir a una entrega de premios.

Las cigueñas de Castilla construyen sus nidos sobre lo alto de las torres de las iglesias de pueblos y ciudades. No podrían escoger un lugar más concurrido de gente a todas horas, y sin embargo, presumo que aquellas aves gozan de una tranquilidad casi total a lo largo de su vida. Pasar desapercibido tal vez signifique precisamente eso: estar tan a la vista de todos que al final nadie se percate de tu presencia, que a nadie le importe lo que haces o lo que dejas de hacer.

martes, 23 de marzo de 2010

Planeta azul


Azul es el color del cielo de mi planeta, es decir, de este dibujo salido de alguna noche de insomnio. Lo llamo planeta azul aunque en realidad su suelo es de muchos colores, de todos los que tenía a mano cuando lo hice, me atrevería a suponer. En el cielo de este planeta predomina un tono oscuro un tanto triste, pero para mí bello y por qué no decir mágico. Tal vez dibujar sea la forma más cercana que tengo de aproximarme a la poesía, al lenguaje de los sentimientos. Por eso me imagino que este dibujo iría bien para encabezar un poema o un relato para niños: un relato en en el que se hablara precisamente de un planeta inventado, un planeta en el que dos grandes árboles pretenden escaparse al firmamento escoltados a lo lejos por dos pequeñas pirámides junto a las que la noche se mezcla con el día.

De vez en cuando hay que rendir homenaje al Principito, ese maravilloso libro en el que los adultos aprenden de nuevo el oficio de ser niños.

sábado, 13 de marzo de 2010

Unas líneas panfletarias


Los políticos se empeñan en hablar "desde la tranquilidad", "desde el convencimiento", "desde la prudencia" y disparates semejantes. Dan ganas de quemar la televisión en esos momentos. Es sistemático: cada vez que usan la preposición "desde" de esa forma están mintiendo. Si un ministro le dice a un periodista: "permítame que le hable desde la prudencia", está pensando en realidad la manera de ocultar información relevante para la opinión pública.

Así, hablar desde la prudencia significa mentir a medias, ocultando datos, hablar desde el convencimiento significa mentir de modo solemne, con la voz campanuda, y hablar desde la tranquilidad significa mentir sin ningún remordimiento y, generalmente, sin temor a ser descubierto en la mentira.

Este uso infame de la preposición desde es propio de izquierdas y derechas, lo único imprescindible es ser político para poder usarlo. Los demás nos hemos de conformar con otras fórmulas menos eficaces para faltar a la verdad en determinados casos.

domingo, 7 de marzo de 2010

Tiempo de fútbol (y de Kant)


El Madrid se pone líder tras culminar una épica remontada en el Bernabéu ante el Sevilla. He aquí una noticia trascendente, que llena de alegría a millones de personas que comparten la misma incondicional pasión por unos colores y un escudo. El fútbol es una de las cosas más grandes que ha dado nuestra civilización; es un elemento vertebrador de las sociedades, ayuda a configurar la identidad tanto como la lengua o la nacionalidad y encima nos proporciona emociones incomparables durante todo el año.

Eso sí, el fútbol quita tiempo. El que es aficionado o forofo no puede vivir sin conocer todo aquello que gira en torno a este espectáculo: no sólo se trata de ver partidos, sino de estar al tanto del estado físico de los jugadores, de los rumores de fichajes, del análisis de los periodistas. Además, el fútbol tiene una historia que conviene conocer con detalle. Para un español como yo, ésta se escribe, principalmente, en los Campeonatos del mundo y Eurocopas que se celebran cada cuatro años y en la liga de fútbol y Champions que se organizan anualmente.

Con semejante carga de trabajo, ¿cómo puede uno pretender tener tiempo libre para otra dedicación similar? Imposible. Sin embargo, el que ama el fútbol sobre casi todas las cosas acepta con gusto esta contrariedad. En buena medida debo mi ignorancia al fútbol, que hace que consuma las mejores horas del día para su contemplación y análisis. Ahora bien, tolero de buena gana esta servidumbre ya que el fútbol es cauce de mi pasión y analgésico infalible contra los dolores que nacen de las relaciones sociales y de las cargas laborales.

Y en las horas en las que el fútbol no reclama mi atención, siempre puedo volver a Kant y a sus amigos del pensamiento pasados y futuros. Seguro que algunos de ellos habrían sido, de haber nacido en la actualidad, grandes aficionados al balompié. Sócrates seguro, valga la broma, pero también Epicuro y Spinoza, cada uno a su manera. ¡Qué alegría en cualquier caso haber nacido en la época actual, en la que cada tres o cuatro días hay una nueva oportunidad de renovar las ilusiones y compartir un partido de fútbol con la familia y los amigos!

sábado, 6 de marzo de 2010

Sobre la libertad y la razón


Sigo tirando del hilo, a medio camino entre la curiosidad y el morbo. Descubro que hace unos años se hizo una película sobre los últimos días de Stefan Zweig en su exilio de Brasil y me decido a contemplar el trailer, así como una entrevista con el director de la película. Pocos minutos me bastan para comprender que nunca se sabrá del todo la verdad de esta historia.

A este respecto, tengo la intuición de que la razón del hombre se parte necesariamente en dos frente a la problemática de la libertad. Algunos filósofos consideran que la decisión de quitarse la vida forma parte de la libertad; otros señalan que el límite de la libertad lo marca la propia vida.

En sus comentarios a la obra de Séneca "Sobre la felicidad", Julián Marías realiza una distinción entre el estoico, riguroso hombre antiguo, y el cristiano, hombre nuevo en sentido radical. Creo que esta distinción es interesante para situar el problema de los límites de la razón: el filósofo clásico tenderá a decantarse por no hallar límites a la razón y por tanto ensalzar la libertad del hombre en cualquier circunstancia; el hombre religioso pensará que el hombre no puede disponer de su propia vida, que aguantar hasta el final, como hizo Jesús en el Gólgota, con todo el dolor que puede llevar implícito, es un imperativo de la fe.

Recuerdo que en su oscarizada película "Mar adentro", Amenábar se pone de partido del hombre que, tras estar postrado años en la cama sin poder mover su cuerpo, decide poner fin a sus días de modo racional. En una de las escenas clave de la película, un cura trataba de convencer al hombre parapléjico de que no se quitara la vida. No es un tema sencillo, pero de manera deliberada el director ridiculizaba la posición de la iglesia como si defender la vida fuera algo retrógrado y lo moderno fuera promocionar la eutanasia. ¡Menuda paradoja si miramos de reojo a la historia del pensamiento tal como nos propone Julián Marías!

Las opciones son claras y es difícil ponerse de perfil ante esta cuestión. O uno defiende la cultura de la vida, y considera que la libertad tiene sus límites, o uno defiende la opción contraria, con el argumento de que el bien más supremo que tiene el hombre no es la vida sino la propia libertad. No es un debate entre la religión y la filosofía; también desde posiciones agnósticas se puede considerar que la razón no lo puede todo, que si no fuimos libres para nacer tampoco lo hemos de ser para dejar de vivir.

jueves, 4 de marzo de 2010

Una época absurda


Poco después de acabar una biografía acerca de Montaigne, Stefan Zweig se suicida junto a su esposa. Es difícil leer esa obra sin acordarse del destino del escritor. Es más, uno trata de encontrar entre sus páginas alguna pista que ayude a explicar la terrible decisión del autor de quitarse de en medio así sin más. Alguna referencia hay hacia el final del libro, cuando Zweig comenta que los dolores físicos que sentía Montaigne le habían hecho reflexionar acerca de la idea del suicidio.

Me niego a darle más vueltas al tema, cuando más lo pienso menos lo entiendo. Además, ¿qué pintaba su mujer en aquellos delirios existencialistas? De pronto recuerdo que conservo en una estantería un ensayo de Camus que aborda la cuestión del suicidio, "El mito de sísifo", y busco entre sus páginas algo de luz para entender tanta oscuridad. Sin mucha paciencia para analizar el contenido me quedo con la fecha de publicación del libro, 1942, esto es, en fecha cercana a la muerte de Zweig.

¿Qué pasa en Europa a partir de un cierto momento en el siglo XX, en el que la vida de los hombres y de las naciones gira alrededor a la idea del absurdo?

La biografía sobre Montaigne es magnífica pero por fuerza ha de sumir al lector en un estado de confusión y tristeza. Las generaciones posteriores han ignorado en gran medida a Stefan Zweig y uno puede comprender muy bien por qué. Si le atraía el tema del suicidio, ¡qué hubiera escrito un libro como Camus, pleno de citas y reflexiones interesantes! Pero bajarse del tren a medio camino, como si la libertad de un hombre no tuviera límites, me parece algo disparatado. En esto coincido con Camus, que rechaza la idea del suicidio ya que el pensamiento ha de toparse en cualquier caso con el límite de la propia vida. Mi reflexión a este respecto es más simple: sólo por haber abandonado esa época absurda en la que sucumbió Zweig el hombre de hoy debería dar gracias al cielo o a la providencia.

lunes, 1 de marzo de 2010

Volver a empezar


Anochece en la Cour, un día más.

En la Cour es siempre hoy, por eso el que vuelve tiene la sensación de no haberse marchado nunca.

¡Qué rápido se acostumbra uno a la realidad!

jueves, 25 de febrero de 2010

Pintura de invierno


Me anticipo al próximo post, que ya tengo en mente desde hace tiempo, y me dejo llevar por la improvisación. Mi época estoica llega a su fin, a Dios gracias soy demasiado superficial para tantas ansias de virtud. Me quedo con lo básico de los pensamientos de Séneca y Marco Aurelio, pero me reafirmo en mis preferencias por otros catálogos de ideas más conformes con mi naturaleza castellano-festiva.

Ahora bien, me sigue atrayendo -en el plano teórico al menos- el modelo de vida de monasterio, ese vivir en silencio en torno a un jardín y una biblioteca. Luego la realidad es otra, y en cuanto me canso de mí mismo necesito el consuelo que me otorga, por ejemplo, escuchar la música de Rihanna o Lady Gaga, esas musas del carpe diem. Si es en un bar de madrugada o en el bosque de al lado de casa por la mañana, da un poco igual, lo que importa es escapar por unos momentos, a través de canciones pop alegres y desenfadadas, de ese conjunto de personajes contradictorios que forman la cosa inclasificable que hemos acordado denominar el yo.

Con esta pintura de invierno me acerco ligero a la siguiente etapa del camino. En mi mente anidan las mismas obsesiones de siempre: escapar del ruido, afanarme en la repetición, no quedarme atrapado en la actualidad, colorear los pensamientos que se cuelan por mi cabeza, rendir tributo a la amistad, no perder el tiempo con cotilleos y small-talk, amanecer con un zumo de naranja recién exprimido. Y en breve leer a Montaigne, el pensador todoterreno del siglo XVI, a ver con que nos deleita desde el rincón privilegiado de su castillo medieval.

viernes, 19 de febrero de 2010

Una guía sobre la felicidad


Me paso la tarde en internet viendo programas de contenido filosófico la mar de entretenidos. ¡La cabra tira al monte, parece!

Por un lado, me recreo en la serie de Gabriel Albiac titulada "Reeducación para la ciudadanía", que en 13 entregas pone a caer de un burro la asignatura de título semejante que los niños de toda España tienen que soportar desde hace unos pocos años. La crítica a esta asignatura y en general al sistema educativo posterior a la LOGSE es demoledor, dan ganas de salir corriendo de nuestro país con el panorama que pinta el filósofo. ¡Pobres alumnos adoctrinados por la estupidez y el buenismo! Las citas entre otros a Platón, Epicuro, Spinoza, Kant y Saint-Just me alegran el día. ¡Qué lástima tener que soportar el resto del tiempo las naderías que surgen de nuestro parlamento, esa oficina al servicio de la partitocracia!

Por otro lado, me entretengo con unos programas presentados por el escritor y filósofo suizo Alain de Botton acerca de la felicidad. Son seis entregas a cual más apasionante en las que se trata de convencer al espectador de que las ideas de los filósofos clásicos pueden ayudarnos a tener una vida mejor. Me lo paso pipa escuchando los lúcidos comentarios del presentador desde las calles de Atenas en las que vagabundeaba Socrates, desde las ruinas de Oinoanda que conservan los pensamientos de Epicuro, desde el palacio de Nerón donde Seneca instruía al emperador con su magisterio, desde un museo de Franckfort que guarda como un tesoro las cartas de Schopenhauer a algunas de sus desdichadas conquistas... En fin, un programa instructivo a la par que interesante para el que le gusten estas cosas.

Y ya, sin más, preparo mi cuerpo y mi mente para otra salida de viernes por la noche. El hombre es un animal de costumbres y nada de malo hay en embrutecerse un poco tras unas buenas dosis de cultura y saber por entregas.



jueves, 18 de febrero de 2010

Un día de playa


Necesito un día de playa. Se me agotan las pilas con este frío que no cesa. Este invierno terrible, interminable, no se soporta ni con el ocio más reposado y ni siquiera con una dosis diaria de actimel con zumo de naranja. Vamos a ver si este blog sirve para algo al fin y al cabo. Iré preparando las acuarelas por si acaso.

sábado, 13 de febrero de 2010

Sobre el ruido y la interrupción


La más ingeniosa y razonable de todas las naciones ha denominado la regla "never interrupt" el décimoprimer mandamiento. El ruido es la más impertinente de todas las interrupciones, pues incluso interrumpe nuestros propios pensamientos, más aún, los rompe.

No lo digo yo, claro. Lo dice nuestro amigo Arthur S. en uno de los últimos capítulos de su obra de madurez "Parerga y Paralipómena".

Encontramos a este respecto una pintoresca consideración del filósofo, al señalar que "el infernal chasquido de los látigos en las resonantes callejuelas de la ciudad" constituía el ruido más irresponsable e infame de su tiempo. Semejante chasquido -según el autor- ha de importunar a cientos en su actividad mental, por muy baja que sea su especie; pero en el pensador secciona sus meditaciones de una manera tan dolorosa y dañina como la espada la cabeza del tronco.

En nuestra sociedad, a pesar de que los caballos abandonaron las calzadas de las calles, el ruido y la interrupción siguen formando parte de lo cotidiano. Si uno trabaja en una oficina, se habrá dado cuenta de la imposibilidad de encontrar un poco de tranquilidad a ciertas horas del día ante el asedio de correos electrónicos, llamadas telefónicas o visitas imprevistas. En este sentido, internet es el paradigma de la interrupción sistemática y cachivaches como el i-phone el mejor intrumento para pasar de una cosa a otra sin solución de continuidad, para hacer todo y nada a la vez. La red social Facebook, con sus cosas buenas, es otro lugar propicio para interrumpir o ser interrumpido, debido a ese enjambre de comentarios personales, noticias virtuales e invitaciones a acontecimientos varios que conviven de manera pacífica en la pantalla del ordenador y que impiden, sin embargo, que uno pueda escribir un mensaje concentrado en la tarea.

En fin, no hay genuina creación cuando existe la posibilidad de ser interrumpido, la aparición de un ruido imprevisto, sea el látigo de un carruaje o un mensaje de móvil, arruina cualquier posibilidad de encontrar una verdad que anda oculta tras una cadena de pensamientos, sea ésta de la complejidad que sea.

domingo, 7 de febrero de 2010

Paréntesis dominical


De vez en cuando, un paréntesis. Es decir, un post desenfadado para bajar a la tierra y no continuar por sendas demasiado profundas. Este blog hay que leerlo con cierta distancia, sin sentido del humor es imposible comprender todas las contradicciones que encierra. La incoherencia está en su naturaleza, si tuviera algún fin concreto entonces debería perseguir algún patrón, revestirse de alguna forma determinada o abundar en ciertos contenidos. ¡Pero que aburrido sería hablar siempre de fútbol, o de mi mismo, o del propio blog! Ya sería gracioso, por cierto, que un blog tuviera como objeto exclusivo el propio blog, sería un blog metafísico, un meta-blog... Algún día me pondré con ello, o mejor no, por suerte sabemos desde Kant que la metafísica es un saber inútil, que no lleva a ninguna parte, aunque todavía haya cátedras que se dedican a su estudio.

Lo dicho, paréntesis de un domingo de febrero, un octógono dorado y virtual se asoma a esta ventana de luces con el propósito de enlazar lo que fue con lo que será, cuando la ciudad de piedra vuelva a ponerse en marcha.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Contrastes


Vivimos, por definición, en un mundo de contrastes. Saber vivir es saber adaptarse a los cambios, aceptar con la misma entereza los sucesos buenos como los acontecimientos negativos. Uno se asoma a la ventana de la actualidad, a ese conjunto de hechos que los medios de comunicación transforman en noticias, y no hay lugar posible para la felicidad. ¿Cómo no sufrir de algún modo ante ese dolor ajeno que forma parte de lo cotidiano? ¿Cómo mantener la sonrisa sabiendo que ahí fuera, en muchos lugares del planeta, la vida de millones de personas es sencillamente miserable?

No es posible la felicidad sin el engaño, pero este engaño es necesario. A veces me pregunto si, en realidad, la dignidad del hombre no será una ficción que hemos construido para soportar el dolor ajeno sin renunciar a la causa de la propia alegría. Me parece que, en cierto sentido, dotando de dignidad a cada ser humano por el mero hecho de existir, la civilización occidental asume colectivamente que el sufrimiento de los individuos es injusto y debe ser atenuado en la medida de lo posible. En esto nos separamos de las reglas de la naturaleza y del mundo idílico del planeta de "Avatar", en el que la especie prima por encima de todo.

viernes, 29 de enero de 2010

Volviendo a Baroja


Dice Baroja en uno de sus relatos: ¿Por qué lloran los hombres cuando nacen? ¿Será que la nada, de donde llegan, es más dulce que la vida que se les presenta?

Habla el escritor en boca de uno de sus personajes, un viejo médico de pueblo que recuerda el día que asisitió al nacimiento de una muchacha de la región: " (...) te llaman Mari-Belcha, y eres blanca como los corderillos cuando salen del lavadero, y rubia como las mieses doradas del estío...".

Seguramente Baroja rememoraba un episodio de juventud poniéndose en la piel del médico que hubiera podido llegar a ser. ¡Qué más da! Es difícil imaginar que este personaje, como cualquier otro que aparece en las novelas del escritor, no se haya basado en un ser de carne y hueso.

Sea como fuere, es una suerte que el bueno de don Pío se dedicara completamente a la escritura, o lo que es lo mismo, renunciara en parte a vivir su vida para dotar de realidad a sus personajes. Da la sensación de que la filosofía de Baroja se encuentra en la vida de sus personajes, que éstos sí, más que el mismo escritor, son fieles a su propia manera de pensar y actuar.

En fin, nunca está de más hablar de la producción literaria de Baroja, que es sin duda más interesante que la vida del escritor. En esto me recuerda a Schopenhauer, otro brillante pesimista que entre el dolor y el aburrimiento se decantó probablemente por lo segundo.

miércoles, 27 de enero de 2010

Sobre el dolor y el aburrimiento


A caballo entre el dolor y el aburrimiento: así transcurre según Schopenhauer la vida de los hombres.

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Pienso en los últimos días de la vida de Stefan Zweig, despidiéndose con cariño de sus amigos antes de suicidarse junto a su esposa en un retirado lugar de Brasil. La fotografía de aquel abrazo con el más allá estremece, por lo tierno y aburdo que resulta al mismo tiempo. El escritor justificó su decisión por el miedo a que los nazis conquistaran el mundo, ¡qué estúpido y terrible error de cálculo!

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Me impresionó "La peste", de Camus. Con el título bastaba para hacerlo: la palabra en sí aterroriza, da igual en que contexto uno la ponga. Hay una lotería del mal frente a la que el individuo poco puede hacer, ni siquiera lamentarse. El mal es casi siempre humano, pero ¡ay!, cuando la naturaleza se expresa, somos tan poca cosa, parecemos tan ridículos en ese caso en el recuerdo de nuestros sueños y nuestras ambiciones nunca realizadas.

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La catedral de Siena, una maravilla a medio construir en el corazón de una ciudad detenida por la epidemia hace más de seis siglos. Me viene a la cabeza la imagen, en algún lugar de la piazza del campo, de una placa en honor a San Bernardino, que nació unas décadas después de aquel azote divino, así como el camino que llevaba a la iglesia que conserva los restos de Santa Catalina, una construcción oscura, fría y solemne. La memoria de los hombres, como la de las ciudades, se va tejiendo a capricho con el hilo invisible del azar. Qué necesario es sin embargo aprender a vivir con el propio pasado, sólo las personas forjadas en la ideología de las dictaduras pueden pretender que su vida, como la historia de la ciudad en la que viven, puede empezar de cero.

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Los trenes del terror, detenidos por el valor y la providencia hace seis décadas y media. Tal vez la historia no pueda empezar de la nada, pero al menos sí despertar de ciertas pesadillas. La Europa que conocemos nace allí, de la mirada avergonzada a unos barracones cubiertos de polvo y huesos. Si el hombre no puede cambiar el pasado, si puede evitar cometer los mismos errores durante el tiempo que perdura la memoria.

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Europa se ha construido a partir del dolor y ahora corre el riesgo de diluirse, de desnaturalizarse, ya que lo que nos une a todos los europeos, en el fondo, no es más que la lucha contra el aburrimiento. Han pasado 65 años desde que se puso freno al mal absoluto y ahora vivimos entontecidos en un mundo digital, globalizado y tan infantil como el trasfondo ideológico de la película "Avatar". Nuestro nivel de prosperidad nos indica que mucho hemos avanzado. Sin embargo, ¿podrá subsistir nuestra civilización sin libros de papel, sin amigos de carne y hueso, sin un espacio para el propio silencio?