miércoles, 28 de abril de 2010

La vanidad del ojo


Desde que algunos filósofos griegos comenzaron a negar la realidad de los sentidos, el pensamiento humano ha mirado con escepticismo la gran creación del universo, comenzando por la realidad del propio sujeto. Ese haz de máscaras que es el yo no sabe quién es, de dónde viene, para qué ha sido arrojado a este mundo. Si se dejara engatusar por los sentidos, podría tener una plácida vida, ya que los sentidos están al servicio de la felicidad del hombre. Sin embargo, tras la creación del lenguaje, el hombre se pregunta: ¿y qué hay más allá de lo que veo, escucho, toco, degusto y huelo?

Plantearse esa pregunta es el inicio del descubrimiento de la voluntad, que es aquella suerte de inteligencia ligada a nuestro cerebro que intuimos se encuentra en algún lugar detrás de los ojos, la cara, o las manos, en función del momento. La voluntad es ciega, muda y sorda pero nos guía durante toda nuestra vida por extraños caminos. Tal vez por ello el oráculo de Delfos decía "conócete a tí mismo" y no "conoce el mundo que te rodea". El mundo no deja de ser, para el individuo, lo que en un momento dado cree mirar el ojo o cree percibir la mano por persuasión o mandato de la voluntad. Detrás de ese ojo y esa mano se halla un deseo irracional que vinculamos a unos códigos morales denominados conciencia y que unidos a esa cosa caprichosa llamada memoria hace de la vida de los hombres un auténtico carrusel de emociones y dudas. Todo es en fin un disparate.

domingo, 25 de abril de 2010

Cenizas y dinosaurios


Mi pasión por lo "en aparencia inútil" no viene de ahora, ya de pequeño me gustaba reflexionar sobre cuestiones meramente teóricas, como la idea del infinito y la imposibilidad de comprender el tiempo del universo. En el colegio nos enseñaron una vez que, en relación con la vida del planeta, la aparición de los seres humanos se había producido solamente en el último minuto de un hipotético año que comprendiera todos los sucesos acaecidos en la Tierra, comenzando por la creación de los océanos y el surgimiento de los primeros seres unicelulares.

Recuerdo haberme planteado en aquellos momentos: si eso es cierto, ¿cuáles son las probabilidades de que me esté tocando a mí existir en el momento actual? ¡Qué casualidad que, después de millones de años, justo sea hoy el día de hoy y yo lo esté viviendo! A nadie le importaban mis reflexiones y enseguida el fútbol pasó a constituir una de mis mayores preocupaciones vitales, lo cual no ha cambiado desde entonces. Gran regalo de la providencia haber nacido en este continente y en este periodo histórico en el que el fútbol es tan importante para acompañar fielmente al sujeto social en las distintas etapas de la vida.

Pasión por lo inútil y tendencia a la dispersión, he aquí dos rasgos de mi personalidad. Es lo que tiene el balompié, que se cuela como un polizón en toda clase de pensamientos. A lo que iba: a partir de la idea del tiempo y la evolución de las especies en el planeta me vino a la cabeza, al hilo de la erupción del volcán de Islandia cuyas cenizas han paralizado el espacio aéreo europeo durante días, una de las teorías acerca de la desaparición de los dinosaurios, que liga este acontecimiento extraordinario a la caída de un meteorito en el territorio de México; es decir, se trataría de un hecho accidental y remoto con consecuencias gigantescas en todo el planeta.

Supongo que los paralelismos están lo suficientemente justificados como para que necesite extenderme más aquí. En todo caso, la veracidad de esta teoría vendría a enlazar con mis reflexiones previas acerca del azar. Por decirlo de alguna manera, el paso del tiempo unido al azar abocan sin remedio a crear cambios mayúsculos, cataclismos de imposible previsión. ¿Se puede provocar al azar para que nos sea propicio? La respuesta vendrá en una próxima entrega, caso de que, efectivamente, encuentre una respuesta a semejante pregunta.

miércoles, 21 de abril de 2010

Atrapado en Neptuno


Un post experimental, para pasar el rato. Interesante juego el de escribir por escribir, ese escribir como verbo intransitivo que decía Umbral. En el ámbito del arte abstracto, pintar también suele ser una acción sin complemento directo, un pintar por pintar a ver qué pasa, de que modo los colores se mezclan caprichosamente hasta que exista la apariencia de algo curioso, bello o particular. Los escritores se jactan de tener un oficio, y se pasan la mañana escribiendo sin parar en busca de una inspiración que suele llegar cinco minutos antes de ir a comer. Los pintores no comen, que se sepa, a la hora de la comida, sencillamente aprovechan un rato libre a lo largo del día para meterse a la boca lo primero que pillan, como si alimentarse no fuera sino una penosa obligación del organismo. Por mí parte, como a dios gracias no he llegado a tener ninguna etiqueta que acompañar mi nombre, experimento por experimentar, sin oficio alguno, dueño de una pasión intermitente, y escribo más por combatir el aburrimiento que por cualquier otra razón. Lejanos quedan los planetas del sistema solar, aunque si cierro los ojos puedo aventurar pasar de uno a otro sin esfuerzo. Extraños monstruos que nacen de los límites de la conciencia, en esa línea invisible que separa la vigilia del sueño.

domingo, 18 de abril de 2010

El universo infinito


Pensaba escribir acerca del universo, pero no sé muy bien qué decir. A Giordano Bruno le quemaron por afirmar, sin telescopio que avalara sus teorías, que el universo estaba compuesto por infinitos mundos, por millones de planetas como el nuestro. ¡Qué susceptible era la Iglesia hace 400 años! Basta mirar el cielo estrellado para darse cuenta de lo insignificantes que somos; sin embargo, hasta hace bien poco nuestra civilización se negaba a admitir tal evidencia. A mi juicio, sin una respuesta científica acerca del origen del universo, la cuestión acerca de la existencia y naturaleza de Dios queda prácticamente aparcada y no tiene mucho sentido preocuparse por el tema. Que haya una inteligencia superior o deje de haberla no cambia la vida de los hombres, cuyo ciclo vital está determinado por sus genes en la medida en que las condiciones ambientales no se pongan de por medio. Un ser que no conoce el tiempo no ha de conocer ni el dolor ni la libertad, que son los parámetros que orientan el desarrollo de la voluntad. Aunque si preguntamos a un niño que juega en la playa tal vez pueda decirnos lo contrario.

sábado, 10 de abril de 2010

Figuras fugitivas


El prólogo de los famosos ensayos de Montaigne comienza así: lector, éste es un libro de buena fe. Te advierte desde el inicio que el único fin que me he propuesto con él es doméstico y privado. No he tenido consideración alguna ni por tu servicio ni por mi gloria. Mis fuerzas no alcanzan para semejante propósito.

Como decía Quevedo, con el señor de la Montaña uno lee aun sin quererlo a Séneca y a Plutarco, lo cual viene bien para huir durante unos momentos de la cruda realidad de la que somos espectadores sin remedio. Resulta imposible no entristecerse ante el catálogo de horrores que muestra la actualidad, y acaso leyendo a estos hombres de todas las épocas uno pueda encontrar algo de alivio para todo el dolor que se cuela por las rendijas del presente.

Otra terapia contra las aflicciones que nacen de leer los periódicos es ir al cine, armado de palomitas, y dejarse encantar por el mundo rectangular que se proyecta ante nuestros ojos. Aunque eso no conlleve necesariamente desear vivir en un tiempo diferente al actual; entre la estética y violenta visión del pasado de "Ágora" (¿podría suscribir Amenábar las palabras de Montaigne acerca de la buena fe y los fines privados de sus obras?) y la infantil y ridícula visión del futuro representada en "Avatar" (Bailando con lobos más allá del sistema solar), casi me quedo con la mirada cínica y certera del presente que se transluce en "The ghost writer" ("El escritor"), una genial película de Polanski en la que, por una vez, se trata al espectador como si tuviera uso de razón.

Polanski, como Montaigne, pasará a la posteridad por su condición de fugitivo, ya que si aquél huyó de la justicia, de forma ilegal, éste lo hizo de la peste, de manera un tanto indecorosa. En realidad todos huimos de algo, de alguien o de nosotros mismos a la vez: tal vez lo único decente es asumirlo y no engañarse por ello. Dicho lo cual, ¿tendrá mucho que ver la geometría con todo esto?