domingo, 12 de julio de 2009

De paseo por la Mosela


Si todo es, sin más, geometría y color, todos somos, en alguna medida, geografía y lenguaje, producto y reflejo de un paisaje moldeado a través de una tradición y de un idioma. Me hacía esta reflexión antropológica, impropia del momento, cuando ya de madrugada nuestro barco-sala de fiesta culminaba los últimos metros del paseo por la Mosela, el río cuyas aguas bañan los pilares de los puentes de Trier (Treveris), ciudad fundada por los romanos hace 20 siglos.

La música de Michael Jackson comenzó a sonar en la zona de baile de nuestra embarcación, momento en el que me aparté de mis pensamientos previos para dejarme llevar por el pegadizo ritmo de "Billie Jean" con una ligero movimiento de pies y hombros. Pocos minutos después, el barco llegó a su destino de Schweich, el DJ se fue a tomar una mousse de chocolate y con ello se puso fin a un agradable paseo por la Mosela, este río evocador y discotequero.

Contemplando las tranquilas aguas del río, entre bailes y fuegos artificiales, me acordé sin venir a cuento de las fiestas típicas españolas, de lo extraño que me siento entre miles de personas que desean pasarlo bien sin un plan concreto, más allá de emborracharse o sortear las embestidas de un toro en mitad de la calle. ¿Qué pensará el alemán que tiene una casita en la ladera de la Mosela cuando vea las imágenes de los encierros de los sanfermines? Seguramente pensará en lo absurdo que resulta jugarse la vida por nada.

En este tema, como en tantos otros, no tengo una opinión definida, sólo me alegro de no sentir el gusanillo del riesgo por el riesgo. Eso sí, mañana a las 8 de la mañana no me perderé el encierro. La tradición y el corazón mandan.