miércoles, 6 de enero de 2010

No hay dos sin tres


Para verdadera sabiduría, la contenida en los dichos populares.

Ni Lao-Tse ni Confucio, si uno quiere ser feliz que se deje guíar por los aforismos del refranero hispano, verdaderas perlas del saber condensadas en frases aparentemente inocuas. Una de ellas, quizás de las más útiles pero quizás más incomprendidas, es aquella de no hay dos sin tres.

Se podría hacer un tratado de psicología para desenmarañar los secretos que encierra esta afirmación tan trivial. Si hacemos una cosa y nos gusta, entonces repetimos. Y aunque la segunda vez no sea como la primera, volvemos a repetir por si acaso. Nadie va al mismo restaurante o pasa las vacaciones en idéntico lugar dos veces, si repetimos en una ocasión es muy probable que repetiremos otra vez. Y a partir de ahí hasta el infinito, el hombre es un ser de costumbres. ¡Qué extraños misterios rodean la conducta humana, tan cambiante en la superficie pero en el fondo tan sujeta a leyes inmutables como las que rigen para la naturaleza!

Pues sí, cuando de la voluntad humana se trata, no hay por regla general dos sin tres, con una gran excepción que se me ocurre mirando alrededor: la de traer niños al mundo. Ahí hay que tener en cuenta, sin embargo, que rigen normalmente dos voluntades, por lo que la máxima se sigue aplicando de alguna manera.

Con este comentario sui generis pretendo justificar -digo yo- la aparición en un breve espacio de tiempo de un tercer octógono salido de ninguna parte. En este blog, al igual que ocurre en las tormentas, la imagen precede a la palabra como el rayo al trueno.

Y ya para acabar, hablando de tres, ¡felices Reyes Magos!

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