miércoles, 16 de febrero de 2011

Sueña Scardanelli


Cuando duerme su excelencia, alcanza a ver en brumas el joven rostro del poeta. En el sueño del poeta aparece Diotima, más hermosa que nunca, pero a la vez más distante. Para su excelencia, la primavera ya pasó, en la humilde casa del carpintero el otoño transcurre indefinidamente, ajeno al tambor de las revoluciones, indiferente a todo lo relacionado con el devenir de Europa. Las obras de Stendhal aguardan anónimas en el cajón de una biblioteca. Pronto Nietzsche perderá la conciencia de si mismo, toda su voluntad vital será reducida a un cortocircuito de enloquecidas neuronas. La filosofía se convertirá más tarde en la antítesis de la música celestial. Sin renunciar a la palabra, a lo que nos hace verdaderamente libres, conviene abandonarse de vez en cuando a la alegría que surge de los violines de Johann Sebastian Bach. También a los colores que nada explican ni pretender reflejar. Hölderlin pagó un precio muy alto por su osadía y se transformó en Scardanelli, su decrépita sombra.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Conexiones


Siempre me han gustado las películas de Clint Eastwood. La última, "hereafter" (más allá de la vida), me ha sorpendido por lo bonita y entretenida que es. Pocas cosas sobran en esta película, con la ayuda de grandes y pequeñas piezas se completa un maravilloso puzzle acerca de la soledad y su reverso, el amor. No se equivoca Eastwood cuando trata el delicado tema de la muerte a través de la comprensión del amor, que es el otro gran límite con el que se topa nuestra razón. Para el director norteamericano, la muerte y el amor están tan entrelazadas que hablar de una cosa le lleva casi siempre a hablar de la otra. Ya lo hizo en los Puentes de Madison y Million dollar baby. En esto me recuerda a los griegos clásicos y los románticos del siglo XIX. Pienso en una imagen en particular: la amada de John Keats jugando con mariposas en una habitación cerrada mientras lee una de las perfumadas cartas del poeta. Nuestra época ha abandonado hace tiempo tantas florituras, fagocitada como está por el poder de las nuevas tecnologías, por la posibilidad de hacer negocio con cualquier cosa rodeada de un buen envoltorio. Tal vez por ello, la modesta mesita desde la que imaginaba Dickens sus personajes es sustituida por una enorme mesa de metacrilato que un equipo de guionistas utiliza para preparar una biografía de encargo sobre Miterrand. Una reflexión a este respecto, trivial e improvisada: si desaparece la literatura, el espacio donde la ficción explica la realidad de forma creible, ¿cómo comprender nuestra propia subjetividad, cómo entender las múltiples ficciones que configuran -aunque no queramos reconocerlo- lo que en realidad somos?