miércoles, 7 de diciembre de 2011

De camino al Etna


Gran personaje Hölderlin, con él abandono cualquier enfoque "cientifista" de la filosofía. Dejo para los admiradores de Bertrand Russell y Wittgenstein semejante tentación. Pueden disfrutar de sus eminentes tratados mientras se comen un sandwich de jamón y queso promocionado por Punset, el hombre que vendió su prestigio por un anuncio de pan integral. El divulgador español ya había dado muestras de rigor al comparar a los indignados con los antiguos comerciantes de la ruta de la seda.

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Con Hölderlin aprendemos que la poesía es filosofía condensada, una suerte de vapor filosófico que busca el saber en las alturas. Nietzsche admiraba a Hölderlin por esta visión antiacadémica de la filosofía. Los dos alcanzaron la lucidez completa antes de ser arrastrados por el demonio de la locura.

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Gracias a Hölderlin, alcanzo con más nitidez a comprender las críticas de Schopenhauer a Hegel, el gran charlatán de la filosofía alemana. Un filósofo es antes un pintor que un arquitecto. En ningún caso será un académico, un tipo que pasa su tiempo pensando sobre la filosofía en vez de vivir la vida de acuerdo con un canon de verdad.

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Dos de mis filósofos predilectos son Schopenhauer y Kierkegaard. Ambos se debaten sobre el tema de la fe llegando a soluciones casi opuestas. El danés se decanta por un cristianismo que sólo se comprende desde el borde del precipicio; el filósofo alemán encuentra consuelo en el pensamiento budista, que concibe como analgésico para sobrellevar los pesares de la vida.

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A través del mito de Empédocles, Hölderlin reescribe la pasión de Cristo sustituyendo el Gólgota por el cráter del Etna. La derrota del hombre solitario se convertirá en triunfo de toda una sociedad. Para el pensador alemán, no hay hueco para muchas alegrías en esta fábula sobre el destino de los hombres libres.

lunes, 28 de noviembre de 2011

La vida de los peces


Extraña es la palabra en el medio del mar. Habrá que volver allí otra vez, con la tranquilidad de los que aprendieron a diferenciar entre el fracaso y el éxito. Se busca sin quererlo la forma y el color de las hojas, el movimiento de los peces en el agua, el momento preciso que señala el mediodía. Conviene recordar que la luz nace de la oscuridad, mientras se vislumbra en el horizonte una línea recta, perfecta, interminable. Es un línea que ya estaba allí antes de que todo ocurriera, antes de la palabra, antes de la misma voluntad. Volveremos al mar, una vez más, ajenos al ruido de los propios pensamientos para disfrutar de una nueva y alegre melodía.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Los caballos de Kohlhaas


Se cumplen exactamente 200 años de la muerte de Heinrich von Kleist y su acompañante Henriette Vogel. La fecha de este post coincide con el evento con el que von Kleist puso fin voluntariamente a la obra de teatro que constituyó su propia vida. Quién le hubiera dicho que, dos siglos después, sería considerado como uno de los grandes dramaturgos alemanes de todos los tiempos, cuando según dicen, fue el fracaso lo que le llevó a quitarse la vida. Es lo que tienen algunos genios, que no saben que lo son o no saben esperar a que los demás reconozcan su talento para disfrutar del éxito.

Una de sus obras más aclamadas se titula Michael Kohlhaas. Es una novela breve que aborda la idea de la justicia y la posibilidad de recurrir a la venganza para saldar las afrentas que sufrimos. A Kafka le gustaba mucho von Kleist, por lo que hemos de deducir que el adjetivo kafkiano debe buena parte de su nombre al dramaturgo alemán. En efecto, hay pasajes de Michael Kohlhaas que parecen salidos de la mano de un abogado procesalista, lo cual choca bastante con la naturaleza romántica del autor. En este libro, lo jurídico linda con lo poético, lo concreto con lo simbólico, lo terrenal con lo celestial. El propio nombre Michael hace referencia al arcángel San Miguel que se rebeló, en nombre del mismo Dios, contra el mal encarnado por Lucifer.

Según lo veo yo, la justicia queda representada en este relato por los dos caballos moros propiedad de Kohlhaas cuya retención en el castillo del junker von Tronka dará lugar a las violentas revueltas lideradas por el protagonista. La suerte de estos nobles animales marcará de forma rocambolesca el destino del héroe de von Kleist y de los habitantes de toda la región, incluidos príncipes y gobernadores. Una aparición estelar corresponderá al mismísimo Lutero, con quien Kohlhaas tendrá un curioso e inesperado encuentro a mitad de la novela.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

De repente, Vermeer


No había casi nadie en la sala, se ve que Dan Brown nunca pasó por allí. Me sorprendieron dos minúsculos cuadros junto a la puerta, uno en cada lado de la pared. Enseguida me di cuenta del autor: el pintor olvidado más famoso de todos los tiempos. Supongo que cada momento histórico tiene sus genios, maestros de humildad sin talento para el merchandising. Uno de ellos es Vermeer, autor de pequeñas joyas de luz y color. Me gusta mucho Vermeer, pero hay algo que se me escapa de su mirada. Antes de pintar, el pintor ha de mirar, y el que se acerca al lienzo acabado debe tratar sobre todo de comprender la mirada del pintor. A lo que iba: de repente, en esa sala medio vacía del Louvre, me topo con dos lienzos de tamaño reducido, a primera vista insignificantes: una chica haciendo labores de costura, un hombre ligeramente inclinado con un globo terráqueo al fondo. Acostumbrado a las copias del pintor en tamaño grande, lo que más sorprende de los cuadros al natural es el tamaño. La belleza es simetría y proporción, pero también sorpresa. Después de maravillarme ante los vestigios de la época de Asurbanipal y de contemplar las enormes dependencias de Napoleón III, no podía pensar que mi viaje a París quedara marcado por unos trozos de tela no más grandes que la pantalla de mi ordenador.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Leer sobre el agua


No conoceríamos los detalles de la primera vuelta al mundo que llevaron a cabo Magallanes y Elcano hace casi cinco siglos de no ser por que abordo de una de las naves de la expedición se encontraba Antonio de Pigafetta, el cronista de la hazaña. Por lo que parece el tal Pigafetta no era un gran escritor, pero al menos tuvo el mérito de sobrevivir hasta el final del viaje -en lo cual superó al propio organizador de la aventura- y dejarnos el valioso testimonio de sus crónicas. Sin ellas posiblemente Stefan Zweig nunca hubiera escrito una biografía sobre Magallanes y a mí no se me hubiera ocurrido leer sobre este suceso histórico tan lleno de luces y sombras. Por decirlo de otra forma: me parece más importante disfrutar leyendo que aprender mediante la lectura. De ahí mi afición por Stefan Zweig, un autor que transforma en entretenido cualquier tema que aborde.

Mi admiración por Stefan Zweig surgió no hace mucho; fue al leer la pequeña biografía de Montaigne que escribió poco antes de morir, en su exilio brasileño. Nunca hubiera podido pensar la influencia que el escritor austriaco habría de tener sobre mis hábitos de lectura. De hecho, la mayor parte de lo que he leido a partir de entonces ha sido a raíz de obras de Zweig, que han despertado mi curiosidad sobre determinados autores o periodos históricos.

Leer a Stefan Zweig es siempre gratificante, escribe pensando en el lector y en nadie más. No experimenta con el estilo, no se deja llevar por ningún deseo de grandiosidad. Escribe claro, preciso, maneja ideas muy elaboradas que son sustentadas con sólidos argumentos, datos y hechos. Parece que las frases nacen directamente de su pluma y que no necesita corregir apenas nada en sucesivas versiones. Con cada libro que pasa por mis manos va creciendo mi asombro, mi admiración y mi gratitud hacia ese escritor que acabó cansado de su propia existencia y del mundo que le rodeaba. Su final fue triste pero su legado una joya que podemos disfrutar cada día: al igual que el nombre de John Keats en el famoso epitafio, parece que las obras de Zweig se escriben sobre el agua, tal es el placer que produce su lectura.

miércoles, 24 de agosto de 2011

El orden de las cosas


¿Cómo explicar que surja belleza a partir del choque aleatorio de los átomos? A algunos les basta con negar la belleza, o pasarla por alto, y hacen una filosofía basada en estructuras y dialécticas a partir de las cuales se puede explicarlo todo. El orden es previo a la belleza, o dicho de otra forma, sin orden no hay belleza posible. Sólo a partir de las matemáticas puede concebirse un arcoiris, como un pentagrama cuyos signos pueden producir una melodía.

martes, 19 de julio de 2011

Deseo de aventura


Pocas películas resumen mejor el innato deseo de aventura que llevamos dentro que "Los Goonies", un clásico de los años 80 que narra las peripecias de un grupo de adolescentes en un pueblo costero de los Estados Unidos. Aprendemos de la película que aventurarse en algo significa - aunque no lo queramos - meterse en un lío tras otro hasta llegar al deseado final, en este caso un magnífico tesoro de piratas de cuya existencia daba fe un polvoriento y olvidado mapa. El camino está lleno de dificultades, peligros, desafíos a la resistencia física y mental de los protagonistas. La película nos enseña - así yo al menos lo recuerdo - que tal vez la mejor receta para alcanzar el éxito sea no pensar demasiado: dejarse llevar por la intuición y desarrollar el instinto de supervivencia para poder dar un paso adelante o al costado en función de las circunstancias. El coraje de los individuos y la inquebrantable unión del grupo es lo que otorga a "los goonies" la llave del éxito. A ello hay que unir una pizca de suerte y un punto justo de locura. En efecto: sin un "razonable" punto de locura ningún proyecto verdaderamente apasionante se podría llevar a buen puerto. No me equivoco si afirmo que casi todos olvidamos, en un determinado momento de nuestra vida, esta sencilla y útil lección.

sábado, 16 de julio de 2011

El lenguaje de los peces


El que sabe no habla, el que habla no sabe. La idea de Dios nace con la palabra, ante el asombro del primate que empieza a comprender, tras observar los ciclos de la naturaleza, el sentido de la repetición. Con la palabra surge la verdad, y con ella, su compañera más fiel, la mentira. Verdad y mentira cohabitan armoniosamente como el poder y la bondad, en un mundo de orden donde el caos nos ayuda a conocer el rostro de la divinidad. En realidad no hay orden posible en un mundo en constante mutación, en el que el ruido se cuela por cualquier rincón y es preludio del dolor, el auténtico emisario del gran Todo. La idea de Dios como algo necesario e imposible de entender nace con la palabra y muere con el silencio, con un silencio que es más prueba de resignación que de entendimiento. Conforme el silencio va gananado terreno a lo demás, desaparece la geometría, la necesidad del orden. En fin, dejo a un lado los rotuladores y su lógica orientada al número tres, con todo lo que ello conlleva. Con la llegada de la acuarela, me voy acercando suavemente al lenguaje de los peces, con la alegría de un niño que descubre por primera vez el oleaje del mar y roza con sus manos el océano.

miércoles, 13 de julio de 2011

El camino de Paul Klee


Hasta hace bien poco sentía bastante indiferencia por la obra de Paul Klee; de vez en cuando me topaba, por azar, con alguno de sus cuadros y me decía: ¡vaya, qué bonito!, y seguía hacia adelante sin hacerme más preguntas. Sin embargo, he de reconocer que hay algo en Paul Klee, en los cuadros que he visto aquí y allá, generalmente en libros de arte y no en museos, que me atrae cada vez más. Sus cuadros rebosan sencillez y complejidad al mismo tiempo, comparte en alguna medida la genialidad de Mozart. Detrás de sus cuadros no parece haber ni técnica ni esfuerzo, pero la imagen queda ahí, clavada en las pupilas primero y en la memoria, más tarde, del observador, como un desafío a su inteligencia o su sensibilidad, que viene a ser lo mismo. Si pensamos en Miró, por ejemplo, el pintor poeta por excelencia, descubrimos con relativa rapidez la técnica que le permite crear un estilo único. Miró juega a ser niño y lo consigue con naturalidad y maestría a partir de cuatro trazos, formas y colores. Al ver un cuadro de Miró, uno lo reconoce por su semejanza con los anteriores, aunque el tema sea diferente. En el caso de Klee, los cuadros difieren mucho unos de otros pero todos guardan algo en común, algo misterioso y difícil de explicar. En fin, veo sus cuadros y me apetece pintar con acuarelas.


lunes, 6 de junio de 2011

Jardines de piedra


Tras varios años de fallidos intentos, he logrado acabar "El laberinto de las sirenas", la segunda novela de la serie "El mar" de Pío Baroja. Si he seguido insistiendo ha sido por la fascinación que me causó la lectura de los demás libros de la serie, comenzando por "Los pilotos de altura", una novela llena de personajes inolvidables, acción y aventuras en los rincones más variopintos del mundo, desde el África ecuatorial al Mar de la China. En "El laberinto de las sirenas", el lector debe llegar a la mitad del libro para enterarse de qué va la cosa. ¡Cuántas historias en una! El protagonista es al inicio el propio escritor, luego una aristócrata de Calabria, más tarde un multimillonario norteamericano, después un irlandés "dilettante" con vocación poética, y siempre entre medias, un marino vasco decidido y valiente. En fin, salvo los nombres de los protagonistas, todo parece tan verídico que produce una enorme tristeza llegar a la última página del libro. He buscado en internet comentarios a la novela y he encontrado uno del 2003, en el que una chica se lamenta de que en el resumen del libro facilitado por la editorial se diga que el marino es español y no vasco. Si Baroja levantara la cabeza...

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La disgresión es uno de los elementos que caracterizan los ensayos de Montaigne. Se comienza por tratar el tema del honor, por decir un caso, y se acaba elogiando la arquitectura típica de los países meridionales.

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Me parecen bonitos los cementerios, en especial los de los pueblos pequeños, en los que uno puede pasear tranquilamente y admirar las tumbas sin sentirse mal por ello. En estos pequeños camposantos no suelen faltar flores frescas junto a un gran número de lápidas. Al contrario que en la gran ciudad, es posible realizar el luto por el ser querido de forma cotidiana y natural. Para el paseante ocasional, no deja de ser un lugar para reflexionar con sosiego acerca de las cosas que verdaderamente importan. Como decía Malraux: "la muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida".

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París: quisiera ir allí antes de irme de vacaciones de verano. Tal vez volver a Cluny, visitar el Louvre y alguna iglesia gótica de magníficas vidrieras. Si tengo tiempo y ganas, también las catacumbas.

martes, 31 de mayo de 2011

Amarganz


Se cuenta que Amarganz fue construida por los seres más feos de Fantasía. Era una ciudad revestida en su mayor parte de plata, o mejor dicho, de las lágrimas de plata que vertían unos extraños seres al contemplar su horripilante aspecto. En la fábula de Michael Ende, estos seres horrendos se transforman en jocosos y disparatados por bondad del protagonista, Bastian, que gracias al Auryn puede transformar todos sus deseos en realidad (en la realidad de Fantasía, claro). La historia nos cuenta que al cambiar de aspecto los moradores de Amarganz fueron aún más desdichados que antes, ya que en su naturaleza no estaba el estar alegres sin descanso y menos todavía en dar saltos de un lado a otro -tal como lo había imaginado Bastian- como si la vida fuera una sempiterna representación circense. Al cabo de un tiempo, los antiguos horrendos seres solicitaron a su bienhechor deshacer el encanto y volver a su apariencia original, pero para entonces Bastian se había dado cuenta de los efectos colaterales del Auryn (olvidar los recuerdos del mundo real) y no pudo volver sobre sus pasos. Ello supongo implicó la desaparición paulatina de la ciudad de plata, no recuerdo muy bien como concluye Michael Ende esta pequeña historia. A mí me inspiró un dibujo que empecé en navidades y he concluido hace pocos días.

lunes, 11 de abril de 2011

El fin de la abstracción


El mundo se materializa en lo concreto: el punto de partida de todo lo creado es la necesidad (la libertad viene después, para tapar los huecos). Descartados mitos y dioses antropomórficos, bajo la geométrica mirada de Spinoza y su tela de araña de teoremas y escolios, el hombre racional queda atrapado, sin más ayuda para entenderse a sí mismo que su pequeña conciencia y sus pasiones de andar por casa. Así se explica que el hombre busque la alegría casi siempre en el lugar equivocado, que en lo moral no haya evolucionado desde hace siglos. Con el paso del tiempo ha cambiado tan sólo el estilo, la forma de decir las cosas. Por mí parte, he sentido la vieja alegría de reencontrarme con un libro de Baroja en el que se refleja una visión de Europa mundana y jovial. Se trata de un mundo al que me gusta volver de vez en cuando, tal vez por la necesidad de toparme con una realidad que ya no existe. De esa ficción construida por el escritor formo parte como entretenido observador. En fin, salgo de Baroja y me topo otra vez con la cruda y pequeña realidad temporal de cada día. Con el fin de la abstracción llega el triunfo de lo concreto, la necesidad de adaptarme al presente y sus circunstancias.

jueves, 3 de marzo de 2011

Descubriendo el sur


Acompaño a Nietzsche en uno de sus últimos viajes, según el relato deslumbrante de Stefan Zweig. En tierras meridionales, en esa región geográfica pero también simbólica que el escritor austriaco denomina "el sur", se dice que disfrutó el filósofo de un clima propicio a la sensibilidad de sus nervios. Lo curioso del asunto es que lejos de dulcificar su carácter, el pensamiento de Nietzsche se fue inflamando con el contacto del sol, y en los últimos años de lucidez su escritura se convirtió en un poderoso martillo que destruía todo lo que de humano se hallaba a su paso. Demasiada soledad para tan bonitos paisajes, supongo yo. Se puede decir con palabras gruesas que con su filosofía contraria a todos los valores de la época, Nietzsche anticipaba en realidad la destrucción de Europa. Lo cierto es que pocas veces un hombre tan solitario, tan encerrado en sus propios pensamientos, ha sabido explicar tan certeramente el destino de una generación, de todo un pueblo (el suyo, básicamente). En la lucidez del escritor pero también en su obsesiva racionalidad reside la paradoja; y es que en el punto de ser devastado por la locura, a pocos pasos del abismo, Nietzsche (como también hizo Hölderlin a su manera) anunció la llegada del horror sin que nadie le hiciera caso, anticipó en definitiva el final de Europa como encarnación del progreso. Para vaticinar todo el mal que se cernía sobre el continente, Nietzsche tuvo que emigrar al sur, lejos de su Alemania natal, en una tierra donde pudo encontrar la fuerza y la tranquilidad necesarias para acometer su gigantesca misión de poeta visionario. Su último refugio, antes de perder la razón, fue la música. En aquel momento último no le quedaron amigos, ni religión, ni patria, ni otros asideros a los que aferrarse. Sólo con la música pudo escapar, de forma intensa aunque fugaz, del terrible destino que él mismo había imaginado.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Sueña Scardanelli


Cuando duerme su excelencia, alcanza a ver en brumas el joven rostro del poeta. En el sueño del poeta aparece Diotima, más hermosa que nunca, pero a la vez más distante. Para su excelencia, la primavera ya pasó, en la humilde casa del carpintero el otoño transcurre indefinidamente, ajeno al tambor de las revoluciones, indiferente a todo lo relacionado con el devenir de Europa. Las obras de Stendhal aguardan anónimas en el cajón de una biblioteca. Pronto Nietzsche perderá la conciencia de si mismo, toda su voluntad vital será reducida a un cortocircuito de enloquecidas neuronas. La filosofía se convertirá más tarde en la antítesis de la música celestial. Sin renunciar a la palabra, a lo que nos hace verdaderamente libres, conviene abandonarse de vez en cuando a la alegría que surge de los violines de Johann Sebastian Bach. También a los colores que nada explican ni pretender reflejar. Hölderlin pagó un precio muy alto por su osadía y se transformó en Scardanelli, su decrépita sombra.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Conexiones


Siempre me han gustado las películas de Clint Eastwood. La última, "hereafter" (más allá de la vida), me ha sorpendido por lo bonita y entretenida que es. Pocas cosas sobran en esta película, con la ayuda de grandes y pequeñas piezas se completa un maravilloso puzzle acerca de la soledad y su reverso, el amor. No se equivoca Eastwood cuando trata el delicado tema de la muerte a través de la comprensión del amor, que es el otro gran límite con el que se topa nuestra razón. Para el director norteamericano, la muerte y el amor están tan entrelazadas que hablar de una cosa le lleva casi siempre a hablar de la otra. Ya lo hizo en los Puentes de Madison y Million dollar baby. En esto me recuerda a los griegos clásicos y los románticos del siglo XIX. Pienso en una imagen en particular: la amada de John Keats jugando con mariposas en una habitación cerrada mientras lee una de las perfumadas cartas del poeta. Nuestra época ha abandonado hace tiempo tantas florituras, fagocitada como está por el poder de las nuevas tecnologías, por la posibilidad de hacer negocio con cualquier cosa rodeada de un buen envoltorio. Tal vez por ello, la modesta mesita desde la que imaginaba Dickens sus personajes es sustituida por una enorme mesa de metacrilato que un equipo de guionistas utiliza para preparar una biografía de encargo sobre Miterrand. Una reflexión a este respecto, trivial e improvisada: si desaparece la literatura, el espacio donde la ficción explica la realidad de forma creible, ¿cómo comprender nuestra propia subjetividad, cómo entender las múltiples ficciones que configuran -aunque no queramos reconocerlo- lo que en realidad somos?

domingo, 23 de enero de 2011

Más allá de la palabra


Ordet: la palabra. Con esta película se resumen las preocupaciones vitales de Sören Kierkegaard, el filósofo de la existencia, de la subjetividad y de la fe. Dice Kierkegaard que la fe es una pasión, un sentimiento. Reflexionar sobre la fe es así un ejercicio inútil, ya que la fe es incompatible con la razón, o al menos la razón se revela como insuficiente para alcanzar la fe. Desde un plano ético, se puede admirar al que tiene fe pero poco más: nunca se le podrá comprender.

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Dios pide a Abraham que sacrifique a su hijo Isaac. Abraham obedece en silencio, tal es su fe por Dios. No dice nada a nadie porque nadie podría comprenderle. Cuando en la cima de la montaña empuña el cuchillo con el que ha de ejecutar el sacrificio, escucha la voz de Dios: ha pasado la prueba de la fe e Isaac podrá seguir viviendo. Abraham respira al fin, su silencio ha sido recompensado. No bastaba con creer, con tener el cuchillo preparado para la horrible ofrenda, era necesario además callar, aguantar la prueba en un absoluto e incomprensible silencio.

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Más allá de la palabra se situa el amor, la expresión más alta de la generosidad humana. ¿Pero qué es el amor sino renuncia? Detrás de toda renuncia, hay sin embargo un motivo de celebración. La vida ha de ser, por encima de todo, algo alegre. Esta es la paradoja: el hombre es un ser que, pese a su precaria condición, puede alegrarse, es la manera que tiene de vencer al absurdo. Todo pensamiento y acción han de conducir, en última instancia, a la búsqueda de la alegría. Si el absurdo se vive en silencio, la alegría se encuentra acompañada de la palabra. Más allá de ésta se encuentra el amor, o lo que es lo mismo, la superación del absurdo a través de una generosidad sin concesiones.

jueves, 13 de enero de 2011

La sonrisa oculta


He cabalgado junto a Hyperion a lo largo de las costas de la antigua Grecia. Un amanecer divisamos al fin la silueta de la Acrópolis y casi sin quererlo escuché el nombre de Diotima. Entonces dijo mi amigo sin dejar de sonreir: "sé que nunca la volveré a ver". En aquel momento no pude comprender sus palabras, como tampoco pude comprender su plácida sonrisa. Muy a mi pesar, entendería después, ocurrió aquello que presagió mi amigo, y de ese viejo amor primaveral no quedaron luego más que unas emotivas cartas que anticipaban el final de todo, un tímido saludo hacia la eternidad. Supongo que así de terrible debe mostrarse a veces la literatura, incapaz como es de confundirse con la vida cuando ésta se muestra modesta y rutinaria. Habitando como lo hago en el territorio de lo convencional, de lo previsto, hay algo en mí que acepta de buen grado el baño de la irrealidad, las cálidas montañas color violeta que dibujaba Hölderlin fundiéndose con las frías aguas procedentes de un lago de Suiza, por esbozar una imagen. A pesar de mi naturaleza racional, de este fardo que debo soportar con resignación, más de una vez me digo con ilusión desbordada: ¡Ay si pudiera volver a sentir en mi piel aquellas aguas cristalinas! En el fondo, todo está dentro de lo correcto si uno es capaz de mantener un moderado equilibrio entre la realidad y la ficción, si uno tiene el coraje de no cejar en la búsqueda de una manera de ser y de expresarse. Sin perder el asidero en el día a día, no hay por qué renunciar al descubrimiento de nuevos mundos, aunque sean éstos de un pasado tan lejano e irreal que difícilmente se pueda compartir. Dicho esto, para no seguir enredándome en palabras que ni siquiera acabo de entender, es posible que en breve vuelva una vez más a la pintura y a su mágico universo: el viejo olor a aguarrás, la rugosa textura del lienzo sin estrenar, la tranquila claridad del fin de semana, la música que anima los corazones, el enigmático recuerdo de una sonrisa que se oculta tras un mapa.

martes, 11 de enero de 2011

Tres más uno


Un genio casi olvidado: Stefan Zweig. Me atrevería a decir que con su absurda muerte se pone fin a una etapa de Europa. Basta asomarse a cualquiera de sus obras para comprender lo que digo. En una de ellas retrata con su habitual maestría a tres escritores malditos: Hölderlin, Kleist y Nietzsche. Si la vida de Goethe se pudiera comparar con una circunferencia, por su perfección y armonía, la de estos tres poetas-filósofos se asemejaría a una parábola, por su irresistible deseo de alcanzar el infinito.

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La dulcinea griega de Hölderlin se llama Diotima. Con ella finaliza la epopeya platónica de Hyperion, en el banquete final no hay lugar para la amistad, tampoco para el amor, menos aun para los sueños de libertad de un loco visionario. Diotima sigue viviendo hoy en día, esa es la belleza de la literatura, el único consuelo de los que se asoman al alma pura del poeta alemán. La figura fantasmagórica de Scardanelli -alter ego de Hölderlin cuando éste perdió la razón- estremece por lo que tuvo de real. Con la ayuda de Stefan Zweig, es más fácil comprender el origen de este horror.

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Un seductor torturado y arrepentido: Sören Kierkegaard. Mientras Regina Olsen va de compras por la ciudad con su nuevo prometido, el filósofo danés busca a su manera comprender el absurdo de su propio comportamiento. Con temor y temblor, emulando a su admirado e incomprendido Abraham, asciende a la montaña de su propia reflexión con el recuerdo de Regina a cuestas, busca una voz procedente del más allá pero no escucha nada. Pronto sabrá que la repetición no existe, por mucho que se empeñe la Diotima de sus sueños ya no volverá a su vida.

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Si la fe tal como la entiende Kierkegaard no puede existir, entonces Nietzsche tiene razón: Dios ha muerto. Casi mejor que soportar la angustia del filósofo danés, envuelto como estaba en todos los mantos de las desdichas humanas. El único problema es que el mundo sigue existiendo, por lo que no hemos avanzado mucho en este terreno. En el fondo, el gran dilema que nos queda por resolver es el de la libertad. Los poetas se vuelven locos en un tiempo bendecido por las revoluciones, no muchas décadas más tarde el mundo enloquecerá definitivamente y atrapará en su sinrazón a un hombre genial -y ahora ya- casi olvidado.