lunes, 6 de junio de 2011

Jardines de piedra


Tras varios años de fallidos intentos, he logrado acabar "El laberinto de las sirenas", la segunda novela de la serie "El mar" de Pío Baroja. Si he seguido insistiendo ha sido por la fascinación que me causó la lectura de los demás libros de la serie, comenzando por "Los pilotos de altura", una novela llena de personajes inolvidables, acción y aventuras en los rincones más variopintos del mundo, desde el África ecuatorial al Mar de la China. En "El laberinto de las sirenas", el lector debe llegar a la mitad del libro para enterarse de qué va la cosa. ¡Cuántas historias en una! El protagonista es al inicio el propio escritor, luego una aristócrata de Calabria, más tarde un multimillonario norteamericano, después un irlandés "dilettante" con vocación poética, y siempre entre medias, un marino vasco decidido y valiente. En fin, salvo los nombres de los protagonistas, todo parece tan verídico que produce una enorme tristeza llegar a la última página del libro. He buscado en internet comentarios a la novela y he encontrado uno del 2003, en el que una chica se lamenta de que en el resumen del libro facilitado por la editorial se diga que el marino es español y no vasco. Si Baroja levantara la cabeza...

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La disgresión es uno de los elementos que caracterizan los ensayos de Montaigne. Se comienza por tratar el tema del honor, por decir un caso, y se acaba elogiando la arquitectura típica de los países meridionales.

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Me parecen bonitos los cementerios, en especial los de los pueblos pequeños, en los que uno puede pasear tranquilamente y admirar las tumbas sin sentirse mal por ello. En estos pequeños camposantos no suelen faltar flores frescas junto a un gran número de lápidas. Al contrario que en la gran ciudad, es posible realizar el luto por el ser querido de forma cotidiana y natural. Para el paseante ocasional, no deja de ser un lugar para reflexionar con sosiego acerca de las cosas que verdaderamente importan. Como decía Malraux: "la muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida".

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París: quisiera ir allí antes de irme de vacaciones de verano. Tal vez volver a Cluny, visitar el Louvre y alguna iglesia gótica de magníficas vidrieras. Si tengo tiempo y ganas, también las catacumbas.