miércoles, 29 de febrero de 2012

Un dibujo de febrero



Un pequeño dibujo para despedir este mes de febrero. Mientras me tostaba al sol en Lanzarote, se cumplían 70 años de la muerte de Stefan Zweig. Como homenaje involuntario, ya que no me di cuenta en el momento de preparar las cosas para el viaje, comencé en la isla uno de sus libros más famosos, los "Momentos estelares de la humanidad". Un libro original y a ratos maravilloso: todavía tengo un nudo en la garganta al recordar la caida de Bizancio a manos de los turcos o la gestación del Mesias de Händel. Lanzarote es una isla muy bonita que, curiosamente, ligaré a la derrota de Napoleón en Waterloo por inacción de su subordinado o al sorprendente episodio de la fiebre del oro ocurrido en California en el siglo XIX. En las fotos, claro está, quedarán montañas, volcanes, playas, viñedos, cuevas y el jardín de cactus espectacular ideado por César Manrique; en mi cabeza, permanecerá además el descubrimiento del océano Pacífico por Nuñez de Balboa y las primeras estrofas de la Marsellesa.

jueves, 16 de febrero de 2012

Manchas



Hay algo extraño en las palabras, en la necesidad de poner nombres a las cosas. El nombre es seguramente la primera forma de ficción con la que se relaciona el ser humano. También representa, está claro, una demostración de afecto. No se puede negar que el afecto es algo que ata, que nos aleja de la absoluta libertad de los que no tienen nombre. Ser libre es en última instancia carecer de nombre, carecer de todo aquello que nos liga al tiempo de las cosas y de las personas. Pero no se puede vivir sin sufrir por los demás, no se puede vivir sin amar las cosas y personas a las que hemos dado un nombre. Vivir para nombrar y para ser nombrado, supongo que se trata de eso principalmente. Nombres como manchas que no se pueden borrar, como los primeros recuerdos de la infancia.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Azorín y el tiempo de los peces





Hace falta mucha voluntad para leer, en los tiempos que corren, a un novelista tan pesado como Azorín (dicho sea "desde" la admiración, que dirían los politicos). Como voluntad no me sobra, me sirvo de internet para comprender las preocupaciones vitales del escritor alicantino, ya que en buena parte comparto sus lecturas de juventud. Resulta curioso como, con un siglo de distancia, sigamos hablando de los mismos autores: Schopenhauer, Nietzsche, Montaigne.



***
En un puesto de libros de segunda mano situado en la esquina del Retiro encontré la novela con la que Azorín se dio a conocer como escritor. Azorín sirvió de inspiración a Pío Baroja, de ahí surge en parte mi curiosidad por este autor tan olvidado últimamente. He hojeado "La voluntad" de pasada -con tanta descripción, la lectura seguida se hace cuesta arriba- y he encontrado varias alusiones a los tres autores citados en el párrafo anterior. También reproduce un pasaje del Critón, el diálogo platónico en el que Sócrates expone su idea de justicia. Ese totum revolutum de autores e ideas me gusta mucho por lo que tiene de antiacadémico. El existencialismo, en sus distintas variantes, nace de la curiosidad y del desorden.



***
De vuelta a casa, he intentado -sin mucho éxito- poner un poco de orden en lo que denomino el tiempo de los peces, un conjunto de dibujos con los voy saliendo a ratos de la geometría pura y dura. Buceando en internet, he hallado algo curioso, en el borde de la sincronicidad: una escritora argentina (tocaya mía para más señas), ha titulado de esta forma -"El tiempo de los peces"- un libro de cuentos lleno de poesía y buenas intenciones. Por lo que parece, internet es un inmenso desván en el que nada permanece escondido.