sábado, 15 de mayo de 2010

Tres estrellas


Tres estrellas, dos islas, un amanecer. La búsqueda de un estilo, de un camino por el que transitar. Siempre hay una primera vez para todo, hay que afrontar los retos con naturalidad. Me gusta recordar las enseñanzas de "El patito feo", ese cuento universal. Es un cuento que habla de la mirada de los otros, de la importancia de no sucumbir ante la superficialidad ajena, esto es, la maldad. En cierta manera, me parece que todo sufrimiento que se haga para encontrar la senda adecuada vale la pena; ese sendero puede estar tan cerca de nosotros que somos incapaces de encontrarlo sin ayuda. De repente, por pura intuición, alguien desconocido se da cuenta de que estamos en el lugar equivocado y nos advierte de ello con contundencia: "¡Eh, sal de ahí!". Tal vez no haya mejor forma de salir del laberinto, es decir, de la mano de alguien que no es amigo ni enemigo sino que pasaba por allí. Luego al final, tras encontrar esa salida, esa puerta del atolladero, nos percatamos fríamente de no haber sido culpables de casi nada. Para la próxima vez, esta enseñanza: aunque la culpa es civilizadora, rara vez nos muestra el camino adecuado.

domingo, 9 de mayo de 2010

La fuerza de la costumbre


Platón reprendió a un niño que jugaba a las nueces. Éste le respondió: "Me riñes por poca cosa". "La costumbre", replicó Platón, "no es poca cosa". Con esta anécdota, recogida por Diógenes Laercio, el gran Montaigne se sirve para iluminarnos acerca de la fuerza de la costumbre. No entiendo muy bien qué hay de malo en jugar a las nueces, y supongo que el niño en cuestión seguiría con su lúdica actividad a pesar del consejo del sabio ateniense, pero baste esta enseñanza para presentar al ciberespacio una pintura más en un día idóneo para ello: un domingo sin fútbol.

En efecto, si miro para atrás me doy cuenta de que en domingo suelo publicar un post en este blog. Y si se trata de un domingo sin fútbol, entonces la cosa tiene fácil explicación. No hace falta en verdad leer a ningún clásico del pensamiento para entender este hecho, lo cierto es que el domingo por la tarde suele ser bastante tranquilo y raro es que tenga algo tan urgente que hacer que me impida asomarme a esta ventana de imágenes e ideas, de colorines y ocurrencias.

En esta ocasión, he colgado uno de los primeros cuadros que pinté con óleo, tras cambiar el formato -según mi capricho- con el fin de adaptarlo al blog. El óleo es una técnica que requiere, como tocar el piano o preparar unas oposiciones de notario, de un aprendizaje especial, aquí el autodidacta corre el riesgo de agotar sus energías sin conseguir lo que verdaderamente desea. En mi caso es una evidencia que ningún cuadro me ha salido como yo esperaba, de todas formas no reniego de esta técnica ya que ayuda, más que ninguna, a liberar la mente permitiendonos así salir del universo de las palabras que tanto puede enredarnos.

La fuerza de la costumbre me ha conducido a escribir estas líneas como antes me llevó, casi sin quererlo, al bosque de cerca de mi casa para hacer algo de "jogging". Es éste -por si no lo he dicho antes- un mágico lugar en el que durante todas las estaciones del año me dejo encantar por los colores y sonidos de la naturaleza. En justicia hay que reconocer que Luxemburgo es un lugar donde la tranquilidad es un bien al alcance de todos. A lo bueno se acostumbra uno muy pronto.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Cuadernos de viaje: la isla de los lagartos


Recuerdo con especial cariño el día que descubrí Dragonera, un islote pegado a Mallorca en el que habitan en libertad cientos de aves y reptiles. Había llegado hasta la localidad más cercana, el puerto de San Telmo, animado por el deseo de conocer unas ruinas cistercienses que se encontraban a pocos kilómetros de allí, y a las que accedí efectivamente tras recorrer entre sudores un escarpado camino de tierra.

Las ruinas no me parecieron gran cosa, pero la excursión me permitió llegar hasta una loma desde la que se observaba aquella preciosa isla de apariencia salvaje y tranquila. En el descenso hacia el puerto me crucé con unos turistas a los que saludé espontáneamente con un "bonjour", cosas del exilio supongo. Ya en San Telmo, tomé un barco con un buen grupo de turistas y al llegar a la isla nos dejaron una hora para dar una vuelta y hacer fotos. ¡Con gran alegría me hubiera quedado allí a pasar todo el día en compañía de lagartijas y otros simpáticos reptiles!

En fin, mi presencia en la isla no pasó de ser una anécdota para sus moradores; para mí no lo fue, y tal vez por ello los recuerdos de aquella excursión perduran intactos desde entonces, a la espera de que un día vuelva para saludar a mis amigos de sangre fría. Hasta ese momento, me consuelo con mirar de vez en cuando la acuarela que pinté pocas horas después, en la soledad de un hotel de Mallorca. Siempre es grato recordar el verano, sobre todo ahora que se va acercando: es un tiempo de lecturas, acuarelas y animales silvestres.

lunes, 3 de mayo de 2010

La luz de la vela


La luz de la vela ilumina la página del libro, su llama calienta nuestra mano, la cera se va consumiendo lentamente lo que nos permite observar de forma sutil el paso del tiempo. La tentación del fuego está ahí, transformar esa minúscula llama en una hoguera que haga temblar el bosque, palidecer la montaña.

La belleza de la libertad es, precisamente, la posibilidad de elegir entre la quieta luz de la vela o la llama incontrolada de la hoguera. Ninguna elección es de por si mejor que otra, de alguna manera hemos de aceptar que el que eligió quedarse a pasar la noche junto al fuego no fue del todo libre para hacerlo; quedó atrapado por una fuerza superior a su propia razón.

Cuando todo ha ocurrido, y la hoguera ha devorado al hombre que quiso conocer su magia, todo han de ser lamentos, un grito en mitad de la nada. Pero volverá a ocurrir: el héroe será una vez más víctima de ese fuego que le hizo crecer, que le dio la gloria. Ello nos obligará a reflexionar otra vez acerca del valor de la propia vida, sobre el sentido y límites de la libertad y sobre la imposibilidad de volver atrás sobre nuestros propios pasos.

domingo, 2 de mayo de 2010

Revuelta en rojo


Veo las imágenes de Bangkok en estos tiempos de revueltas callejeras. Los insurgentes han creado con la aquiescencia de las autoridades una mini-ciudad dentro de la metrópoli en la que hacen mítines, dan comida, venden camisetas. Al final del día todos los participantes en esta revolución sui generis reciben un masaje tradicional. No parece una revuelta a la manera occidental, allí todo lo llevan con bastante calma, el budismo ha enraizado en esta gente un espíritu pacífico que se palpa en el ambiente. Pero día a día los muertos aumentan tras las peleas con las fuerzas de orden público, y la tensión ha de hacerse insostenible para el gobierno porque -entre otras cosas- sin el turismo desaparece la principal fuente de riqueza del país. Puede llegar un día en que todo explote. No es el rojo un buen color para promover una revolución que pretende imponerse al margen de la violencia.