martes, 30 de marzo de 2010

Cigüeñas y conjeturas


El maestro de la felicidad, Epicuro, recomienda a los hombres que pasen desapercibidos, que vivan ocultos. No vive oculto, por ejemplo, el matemático ruso que ha resuelto la conjetura de Poincaré, por mucho que trate de evitar los focos de la prensa recluyéndose en un pequeño apartamento de San Petersburgo. A veces el que intenta ocultarse es precisamente el que reclama más atención de los curiosos: si el matemático hubiera ido a recoger los premios que le han concedido seguramente no sería tan popular como lo es ahora, rodeado por ese aurea de genio eremita al que el dinero y la fama le traen sin cuidado.

¿Qué significa por tanto ese vivir oculto que preconizaba el sabio de la antigüedad? Supongo que implica que, para mantener nuestra libertad e independencia, es fundamental que nos integremos en el paisaje de lo corriente, que no demos la nota ni para lo bueno ni para lo malo. Así, incumple de igual modo el consejo de Epicuro una mujer como París Hilton cuando monta algún numerito en algún local de Los Ángeles como nuestro científico ruso cuando decide quedarse en casa en vez de acudir a una entrega de premios.

Las cigueñas de Castilla construyen sus nidos sobre lo alto de las torres de las iglesias de pueblos y ciudades. No podrían escoger un lugar más concurrido de gente a todas horas, y sin embargo, presumo que aquellas aves gozan de una tranquilidad casi total a lo largo de su vida. Pasar desapercibido tal vez signifique precisamente eso: estar tan a la vista de todos que al final nadie se percate de tu presencia, que a nadie le importe lo que haces o lo que dejas de hacer.

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