lunes, 3 de mayo de 2010

La luz de la vela


La luz de la vela ilumina la página del libro, su llama calienta nuestra mano, la cera se va consumiendo lentamente lo que nos permite observar de forma sutil el paso del tiempo. La tentación del fuego está ahí, transformar esa minúscula llama en una hoguera que haga temblar el bosque, palidecer la montaña.

La belleza de la libertad es, precisamente, la posibilidad de elegir entre la quieta luz de la vela o la llama incontrolada de la hoguera. Ninguna elección es de por si mejor que otra, de alguna manera hemos de aceptar que el que eligió quedarse a pasar la noche junto al fuego no fue del todo libre para hacerlo; quedó atrapado por una fuerza superior a su propia razón.

Cuando todo ha ocurrido, y la hoguera ha devorado al hombre que quiso conocer su magia, todo han de ser lamentos, un grito en mitad de la nada. Pero volverá a ocurrir: el héroe será una vez más víctima de ese fuego que le hizo crecer, que le dio la gloria. Ello nos obligará a reflexionar otra vez acerca del valor de la propia vida, sobre el sentido y límites de la libertad y sobre la imposibilidad de volver atrás sobre nuestros propios pasos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario