miércoles, 5 de mayo de 2010

Cuadernos de viaje: la isla de los lagartos


Recuerdo con especial cariño el día que descubrí Dragonera, un islote pegado a Mallorca en el que habitan en libertad cientos de aves y reptiles. Había llegado hasta la localidad más cercana, el puerto de San Telmo, animado por el deseo de conocer unas ruinas cistercienses que se encontraban a pocos kilómetros de allí, y a las que accedí efectivamente tras recorrer entre sudores un escarpado camino de tierra.

Las ruinas no me parecieron gran cosa, pero la excursión me permitió llegar hasta una loma desde la que se observaba aquella preciosa isla de apariencia salvaje y tranquila. En el descenso hacia el puerto me crucé con unos turistas a los que saludé espontáneamente con un "bonjour", cosas del exilio supongo. Ya en San Telmo, tomé un barco con un buen grupo de turistas y al llegar a la isla nos dejaron una hora para dar una vuelta y hacer fotos. ¡Con gran alegría me hubiera quedado allí a pasar todo el día en compañía de lagartijas y otros simpáticos reptiles!

En fin, mi presencia en la isla no pasó de ser una anécdota para sus moradores; para mí no lo fue, y tal vez por ello los recuerdos de aquella excursión perduran intactos desde entonces, a la espera de que un día vuelva para saludar a mis amigos de sangre fría. Hasta ese momento, me consuelo con mirar de vez en cuando la acuarela que pinté pocas horas después, en la soledad de un hotel de Mallorca. Siempre es grato recordar el verano, sobre todo ahora que se va acercando: es un tiempo de lecturas, acuarelas y animales silvestres.

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