jueves, 25 de febrero de 2010

Pintura de invierno


Me anticipo al próximo post, que ya tengo en mente desde hace tiempo, y me dejo llevar por la improvisación. Mi época estoica llega a su fin, a Dios gracias soy demasiado superficial para tantas ansias de virtud. Me quedo con lo básico de los pensamientos de Séneca y Marco Aurelio, pero me reafirmo en mis preferencias por otros catálogos de ideas más conformes con mi naturaleza castellano-festiva.

Ahora bien, me sigue atrayendo -en el plano teórico al menos- el modelo de vida de monasterio, ese vivir en silencio en torno a un jardín y una biblioteca. Luego la realidad es otra, y en cuanto me canso de mí mismo necesito el consuelo que me otorga, por ejemplo, escuchar la música de Rihanna o Lady Gaga, esas musas del carpe diem. Si es en un bar de madrugada o en el bosque de al lado de casa por la mañana, da un poco igual, lo que importa es escapar por unos momentos, a través de canciones pop alegres y desenfadadas, de ese conjunto de personajes contradictorios que forman la cosa inclasificable que hemos acordado denominar el yo.

Con esta pintura de invierno me acerco ligero a la siguiente etapa del camino. En mi mente anidan las mismas obsesiones de siempre: escapar del ruido, afanarme en la repetición, no quedarme atrapado en la actualidad, colorear los pensamientos que se cuelan por mi cabeza, rendir tributo a la amistad, no perder el tiempo con cotilleos y small-talk, amanecer con un zumo de naranja recién exprimido. Y en breve leer a Montaigne, el pensador todoterreno del siglo XVI, a ver con que nos deleita desde el rincón privilegiado de su castillo medieval.

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