martes, 10 de noviembre de 2009

El arcoiris


Laberintos de colores, un ángel de piedra y ahora, el arcoiris. El inconsciente sigue a lo suyo y como persona obediente que soy, trato de darle cabida en este ventanal de frases y formas, este lugar en medio de ninguna parte al que me asomo de vez en cuando con la ilusión de pasar un rato agradable.

Me desvelo en mitad de la noche con un peculiar pensamiento: nada es más artificial que la realidad. Me refiero, en concreto, a esa realidad que nos meten por la televisión cada día, semana a semana, y que nos impide desarrollar plenamente nuestra subjetividad. ¿Acaso puede salir uno de esa tela de araña conformada por la agenda de los políticos, los índices bursátiles, las catástrofes naturales, las novedades en la cartelera, el estado de salud de los famosos? Por suerte, digo yo, siempre nos queda el deporte, esa válvula de escape de la sociedad en el que todos los que queremos nos sentimos parte de forma apasionada. Sin los campeonatos de fútbol, por ejemplo, ¿como sobrevivir al tedio de los domingos, como canalizar la identidad propia aceptando y reconociendo de buena gana las otras?

Cada cual tendrá su propia pasión, claro: leer betsellers en cubierta de tapa dura y con letras enormes, escalar inhóspitas montañas por vías nunca antes inexploradas, descubrir los mejores restaurantes del mundo viajando en caravana. Las personas sin verdaderas pasiones son nocivas socialmente, ya que tienden a rechazar las aficiones de los demás, quitándoles la importancia que éstas tienen o ridiculizándolas sin más. Por eso es terrible que el devenir de nuestras sociedades esté en manos de los políticos profesionales ya que, por lo general, esta gente hace de la cosa pública su prioridad y no es capaz de desarrollar plenamente una afición.

Volvamos al arcoiris. En un día lluvioso, aparecen en el cielo, de repente, unos inmensos rayos de luz que dibujan ante nuestros ojos una precioso círculo de colores. Es un fenómeno atmosférico de lo más común, evidentemente, pero mirado de otra forma es también un signo, una señal, una sugerencia. Mientras los políticos a los que me refería nos aburren con su absurda retórica, la naturaleza nos habla con su lenguaje sencillo y directo. Ahora es un buen momento, ¿y por qué no?, para aprovechar el tiempo y retomar una afición que teníamos olvidada o iniciar una que nunca nos atrevimos a empezar.

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