domingo, 11 de octubre de 2009

El tiempo que pasa


Cae a plomo la tarde del domingo. Afuera se escucha el golpeo de la lluvia contra los tejados más próximos a la ventana. Apenas ocurrió nada en este día que merezca la pena ser recordado, la fecha en cuestión pasará a formar parte de esos días insignificantes en los que la vida pasó casi de refilón, sin hacer ruido. En este vacío tan del gusto de la psicología y del psicoanálisis, uno escribe sin mucho que decir, ajeno a inquietudes o preocupaciones, por ese impulso que parece nacer del puro hábito, de la reiteración de los propios actos. Ni siquiera me apetece planificar lo que haré durante la semana que se echa encima. Tal vez necesite, acaso de forma inconsciente, esta contemplación pasiva del tiempo que pasa para darme cuenta de algo importante para el futuro, pero por el momento no sé de que se trata. La tarde sosegada del domingo va llegando a su fin, Obama todavía se pregunta por qué le otorgaron el Premio Nobel de la Paz mientras Cristiano Ronaldo se lamenta al contemplar su tobillo hinchado. Afuera sigue lloviendo, ligera e intermitentemente, caen sin mucho brío unas cuantas gotas de lluvia al contacto de la madrugada.


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