viernes, 16 de octubre de 2009

El mundo perdido


Frente a la innegable vulgaridad de la especie humana, al menos desde un punto de vista evolutivo, uno echa de menos la belleza y la grandeza de los dinosaurios. Es una pena que ese mundo perdido que en su día ideara Conan Doyle, situado en algún rincón de sudamérica, en el que habitarían animales prehistóricos en su entrorno natural, no deje de ser un puro sueño, una invención literaria.

Aunque a decir verdad, si ese lugar existiera verdaderamente y fuera descubierto, no pasaría mucho tiempo hasta que "por razones científicas", todos esos dinosaurios fueran a formar parte de los principales zoos y safaris del mundo, para deleite de las familias con niños y de National Geographic. El ser humano, además de perverso en muchos casos, es un depredador que no admite rivales procedentes del mundo animal. En occidente este debate intelectual no existe y se permite como algo normal, por ejemplo, que unos señores vayan al campo con escopetas para matar, por pura diversión, a mamíferos y aves que pasaban por allí. La crueldad no puede ser mayor.

Está claro que en el mundo que vivimos, éste es un problema menor ya que el objeto de la maldad humana es casi siempre otros seres humanos, pero en cualquier caso, el respeto por los animales debería también ser parte de nuestras reflexiones morales como individuos. Reflexiones que, en definitiva, deberían partir siempre de un profundo respeto a la vida como algo sagrado en cualquiera de sus manifestaciones. A estas alturas, sin embargo, no cabe hacerse muchas ilusiones: el mundo perdido es un lugar en el que, por desgracia, el ser humano no tiene cabida, al menos como especie.

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