martes, 11 de enero de 2011

Tres más uno


Un genio casi olvidado: Stefan Zweig. Me atrevería a decir que con su absurda muerte se pone fin a una etapa de Europa. Basta asomarse a cualquiera de sus obras para comprender lo que digo. En una de ellas retrata con su habitual maestría a tres escritores malditos: Hölderlin, Kleist y Nietzsche. Si la vida de Goethe se pudiera comparar con una circunferencia, por su perfección y armonía, la de estos tres poetas-filósofos se asemejaría a una parábola, por su irresistible deseo de alcanzar el infinito.

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La dulcinea griega de Hölderlin se llama Diotima. Con ella finaliza la epopeya platónica de Hyperion, en el banquete final no hay lugar para la amistad, tampoco para el amor, menos aun para los sueños de libertad de un loco visionario. Diotima sigue viviendo hoy en día, esa es la belleza de la literatura, el único consuelo de los que se asoman al alma pura del poeta alemán. La figura fantasmagórica de Scardanelli -alter ego de Hölderlin cuando éste perdió la razón- estremece por lo que tuvo de real. Con la ayuda de Stefan Zweig, es más fácil comprender el origen de este horror.

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Un seductor torturado y arrepentido: Sören Kierkegaard. Mientras Regina Olsen va de compras por la ciudad con su nuevo prometido, el filósofo danés busca a su manera comprender el absurdo de su propio comportamiento. Con temor y temblor, emulando a su admirado e incomprendido Abraham, asciende a la montaña de su propia reflexión con el recuerdo de Regina a cuestas, busca una voz procedente del más allá pero no escucha nada. Pronto sabrá que la repetición no existe, por mucho que se empeñe la Diotima de sus sueños ya no volverá a su vida.

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Si la fe tal como la entiende Kierkegaard no puede existir, entonces Nietzsche tiene razón: Dios ha muerto. Casi mejor que soportar la angustia del filósofo danés, envuelto como estaba en todos los mantos de las desdichas humanas. El único problema es que el mundo sigue existiendo, por lo que no hemos avanzado mucho en este terreno. En el fondo, el gran dilema que nos queda por resolver es el de la libertad. Los poetas se vuelven locos en un tiempo bendecido por las revoluciones, no muchas décadas más tarde el mundo enloquecerá definitivamente y atrapará en su sinrazón a un hombre genial -y ahora ya- casi olvidado.

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