miércoles, 10 de noviembre de 2010

Recuadro medieval


En Madrid imaginé una ciudad medieval, amurallada, una ciudad alegre y tranquila, en la que las plantas se mezclan con los torreones. Son los caprichos del inconsciente, que a falta de otras conversaciones se cuelan por los tubos del rotulador. De vuelta a Luxemburgo, me asomo a los recuadros de Azorín, que tienen pinta de otoñales. Dice el autor que todos son de madrugada, me parece raro porque tienen más aspecto de matinales. No veo yo a Azorín escribiendo por la noche, tras haber salido de marcha con Baroja y Pérez de Ayala, aunque nunca se sabe. Curosidad, en los recuadros me topo un par de veces con Montaigne, viejo amigo. Me reconozco en las formas de Azorín, en su énfasis por no decir "casi" nada, siendo el casi una declaración de intenciones. Por cierto, el libro data de 1963, y no se por qué el ejemplar me recuerda a un viejo catálogo del Museo del Prado. Otra asociación de ideas: me acuerdo ipso facto de la obra de Buero Vallejo, en particular de "Historias de una escalera". Sea como fuere, del mundo que describió Azorín apenas nos queda una cierta melodía, en general todo suena en sus páginas a "cosa antigua", como lo es de por sí Europa después de las guerras mundiales. Al ritmo que vamos destruyendo nuestras particularidades culturales, Azorín y Montaigne pronto parecerán coetáneos.

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