sábado, 20 de noviembre de 2010

El mar improbable


Todo pensamiento racional se topa, al final del camino, con la imagen del mar. Venimos del mar y hacia el mar vamos, no se puede escapar del mar, el mar aguarda aunque tratemos de evitarlo. Sólo en la metáfora reside la verdad, sólo a través de un lenguaje poético podemos comprender las contradicciones de la vida, el orden natural de las cosas. Decir que la vida carece de sentido es ignorar la grandeza de la libertad, es renunciar a vivir a través de lo que nos enseña el mar. El sol engullido por el mar cada atardecer, el rumor de las olas acallando nuestras más profundas inquietudes. El mundo carece de certezas, rige la ley de la causalidad en un escenario de complejidad infinita. El gran misterio del mundo es la conciencia, la voluntad. Sólo hubo conciencia cuando salimos del mar, cuando empezamos a vivir a la sombra de los árboles, en la orilla del mar. Tan improbable como la aparición de la autoconciencia fue la existencia del mar y de su incansable vaivén.

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