lunes, 13 de diciembre de 2010

Una delgada línea roja


En su dimensión colectiva pero también individual, la libertad es el producto de una conquista. La libertad nunca es gratis y hay que ganarla cada día. Si dejamos de trabajar en ella, estamos condenados a perderla. Sólo podemos hallar la libertad en una especie de cuerda floja que se asoma por ambos lados al abismo. No hay libertad sin tensión, sin fatiga. Por desgracia, la libertad no se asemeja a una línea roja dibujada en mitad de un camino que podamos seguir tranquilamente con una bicicleta. La mayor parte de las veces hemos de ir a ciegas buscando nuestra libertad, nuestras libertades, ya que en el fondo éstas constituyen un algo que hemos de arrebatarnos a nosotros mismos. El mantenimiento de nuestras cotas de libertad exige energía, responsabilidad, ilusión, suerte, algo de resignación. Ahora bien: nunca la libertad es absoluta; el que se empeña en comprobar todo el esplendor de la libertad paga a la postre un precio muy alto por ello, el precio de la soledad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario